"La prosa usada para describir la música intentaba crear una vibración en el oído de la mente, una serie de tirones y zumbidos, de arañazos y dobleces, de bofetadas y fracturas, de chasquidos y tijeretazos, de siseos y hundimientos que devolviesen la vida a la música oscura, de manera que las palabras creasen sonidos al encajar juntas, al enlazar y desatar su significado. Esta era mi manera de decir que el camino para escribir sobre música es a menudo caer en la abstracción total, un nivel varios niveles por debajo del bien y el mal de lo puramente descriptivo, donde estás creando una sensación simbólica que armoniza y encaja con las sensaciones potenciales de la música"
Paul Morley
Paul Morley
Idiosincrasia contra polímeros. Tú eliges.
Al hilo del post de hace un par de días en el que, con motivo de la reseña sobre el número tres de La Escuela Moderna, se mencionaba de pasada el paupérrimo panorama de la prensa musical en este país, quedaba en el aire una justificación más elaborada para tan gratuita afirmación. Francamente, todos nos hemos cansado de oír y leer frases concluyentes sobre el tema ("La prensa musical es una basura", ¿quién no ha dicho algo así al menos diez veces en su vida?), en oraciones con una preocupante escasez de subordinadas causales ("Me voy a la cama [porque] tengo sueño"). Será pereza, o será falta de tiempo o de ganas para andar justificando las cosas, porque la verdad es que no es nada difícil sacarle los colores a un negocio que se pone en evidencia continuamente y nos da cada vez menos alegrías.
Pero sin dejar todavía La Escuela Moderna, porque ahí hay material rascable y porque (como ya sabemos y nos recuerdan continuemente por ahí) "todo está conectado", en "El secreto de El Prisionero" aparecen los dos conceptos básicos que definen también la crisis de la prensa musical: El Control y el aburrimiento. The Village, la ciudad-prisión de Patrick McGoohan, es un contexto diferente, pero la realidad es la misma. Las dos ficciones, la de la serie británica y la de "nuestra" prensa especializada, evocan peligrosamente al mundo real. Las revistas musicales (así en indefinido, como el número 1 de The Prisoner) aburren y están bajo control. Incluso en los casos más honestos, las publicaciones topan con tres grandes escollos: La simbiosis promoción-revista, la homogeneización de contenidos y la consideración de que sus lectores son subnormales. Eso como poco. Casos más vergonzantes los hay a patadas, pero son los puntos mencionados los que provocan esa sensación de agotamiento y bostezo absoluto. Aquí miramos con respeto a fanzines y blogs por igual, porque evitan por concepción lo que la prensa musical, por inercia, ha convertido en su esencia. Al abrir las páginas de cualquier revista, uno se encuentra básicamente un gran anuncio sin emociones, disfrazado de erudito "conjunto de opiniones" que no son tales sino un compendio de lugares comunes dictados punto por punto desde los canales de promoción y propagados hasta el infinito por un ejército de números 3, números 4, números 5 y así hasta el número 65535, que es el tope del Integer y el número máximo de articulistas-clones que soporta la industria musical antes de renovarse bajo la ilusión de una nueva revolución sonora que responde a los mismos términos y las mismas leyes que la inmediatamente anterior.
No queda, como ya habrás deducido, espacio para los números 6. Cuando aparece uno, se le extingue, tal vez no en términos violentos pero sí en el equivalente malpagado del mobbing. Al potencial número 6 no se le expulsa directamente del entramado corporativo, pero se le muestra tantas veces como sea necesario que está fuera de lugar, que debe ser él quien adapte su discurso a "la manera en que funcionan las cosas" y no al revés. La prensa sabe que los números 6 son en realidad los mejores, pero los necesita perfectamente adaptados y asimilados.
En este país es imposible marcarse una meta como la que se marcara Paul Morley en la época post-punk, cuando escribía para el NME: Morley quiso ser el más grande crítico de rock y en ello puso todo su empeño y toda su energía, hasta que lo consiguió. Una vez logrado su objetivo, se sintió vacío y, admirablemente, desapareció de la prensa para dedicarse, entre otras cosas, a los siempre intrigantes Art Of Noise. En este país, decíamos, es imposible que se dé la misma situación. Nadie puede marcarse metas tan ambiciosas, ni siquiera la mitad de ambiciosas. Simplemente, no es posible. No bajo ese conjunto de reglas estúpidas, esa preocupante falta de espacio y esa parcialidad comercial. Aquí todo tiene que resultar perfectamente previsible, debe encajar en los esquemas promocionales establecidos. A estas alturas, la palabra "promoción" ha aparecido varias veces, pero es que su influencia es omnipresente. Las distribuidoras y las promotoras tienen el control: Tal vez no deciden qué grupo concreto va a romper, pero sí entre qué subconjunto de la oferta están los futuros triunfadores.
Para el aficionado, todo esto es directamente insultante. La información real brilla por su ausencia. Si alguien quiere descubrir a Pants Yell a tiempo, redescubrir a un iconoclasta como Fad Gadget, enterarse del retorno de The Hit Parade, o encontrarse por sorpresa con una antigua joya psicodélica del calibre de "A Teenage Opera", deberá acudir a otras fuentes: al boletín internáutico tangents, al señor que firma la frase introductoria de este post o a los blogs de Manolo Soleado y Karpov. No encontrará nada de esto en la prensa musical que sale cada mes, ocupada como está en mantener girando la rueda del negocio. La prensa no puede hablar de la grandeza de estos tres particulares, porque tiene que publicar sus "artículos" sobre Arcade Fire, !!!, Grinderman y Triángulo de Amor Bizarro. Todas las revistas deciden hacerlo, casualmente, el mismo mes.
Ni el lector más ingenuo puede creerse ya que su revista favorita no esté en venta. La prensa musical cada vez se parece más a la tele, solo cambia la forma en que se insertan los reclamos publicitarios. En prensa, estos reclamos son todavía más engañosos, camuflados como vienen de "opiniones" y "críticas" de terceros, con las que las publicaciones dicen ni siquiera solidarizarse. El truco no está en el canal de salida; está, como siempre, en los canales de entrada. Entrada de dinero, se entiende. ¿Quién se beneficia de una revista? Hay que preguntarse mejor: ¿Quién la está pagando? Y esta pregunta no solo aplica a las publicaciones gratuitas. Todo fluye hacia la salida, pero lo hace a partir de una entrada.
Cuando se combinan los intereses económicos de las grandes fuerzas de la industria musical, apartado especializada, y todos esos "reponedores de estanterías" (como los definiera una vez Morley) que se consideran a sí mismos críticos, lo que se obtiene es un mes de marzo cualquiera. Ahí va otra vez la lista, por si alguien estaba despistado. Arcade Fire, !!!, Grinderman y Triángulo de Amor Bizarro el mismo mes en todas las revistas que se han podido pagar un viaje a Londres para ser insultadas por Nick Cave. Las conclusiones son de pasmo: Para todos, Arcade Fire (que, no lo olvidemos, le encantan a Bono) son "uno de los grupos esenciales de la década". Para todos, Grinderman son unos brutotes y unos sobrados de tomo y lomo, y Nick Cave -que maneja a la prensa a su antojo-, estaba ese día (¡era el mismo puto día, joder!) de mal fario, sobretodo cuando le preguntaban por los Bad Seeds. No es de extrañar. Después de veinticinco años aguantando las mismas imbecilidades, Cave está hasta los mismísimos de la prensa especializada y de que aspirantes a críticos que nunca han escuchado el split en directo de Birthday Party y Lydia Lunch lo tachen a los cincuenta de cavernícola.
El último desprecio al aficionado es el nunca (jamás, nunca) justificable complejo de superioridad de ciertos críticos y revistas (en este apartado hay una publicación que brilla particularmente). La prensa necesita lectores, no existiría sin ellos, pero eso no significa que los quiera al mismo nivel. Los necesita varios pisos por debajo. No pretende estimularlos, fomentar su propio gusto musical o estético, y mucho menos ayudar a formar su pensamiento. Solo prentende mantenerlos deslumbrados, lo más ignorantes posible, en la línea marcada por su propia relación con la promoción discográfica. Un lector sin personalidad, o con una personalidad moldeada por la tendencia de turno, es un lector fiel, que no necesitará nada más allá de la opinión y los anuncios de su revista. Considerando lo relevante y lo irrelevante que puede ser escribir sobre música -y puede ser muy relevante, divertido e inmensamente gratificante-, es curioso comprobar cómo cuanto más irrelevante son el crítico o revista, más en serio se toman a sí mismos, y viceversa.
Como aficionados, debemos exigir que quienes escriben sobre música sean también aficionados. Verdaderos aficionados, no profesionales, ni periodistas, ni "reponedores de estanterías". Basta ya de ruedas de prensa articulizadas. No podemos caer en el engaño de la, así llamada, "prensa especializada". ¿Especializada en qué?, la pregunta tiene su miga. En medio de la inundación musical, cada vez es más necesario que se hable de verdad sobre música. Que se hable con alma, que se hable desde la parcialidad que da la pasión y no desde la parcialidad que dan los poderes que, por detrás de esas casi trescientas páginas mensuales a todo color, nos hacen partícipes de su intercambio de cromos y el reparto de los beneficios que piensan conseguir con la next big thing, que llegará puntualmente a todas las tiendas de ropa y gadgets a primeros del mes de abril.
B'dum b'dum
6 comentarios:
Muchas gracias por los cumplidos desdnedidos. Creo que lo peor de la prena musical de ahora mismo es la poca pasión que transmite. Estos días podemos leer muchas entrevistas a Nick Cave y los Grinderman, como bien dices; con mucha información copiada de notas de prensa que no dicen nada... a mi me valieron cuatro líenas en un Ruta para pensar "este tío a lo mejor está bien". Información? no daban apenas, pero si se transmitía una fascinación por el australiano que era lo que de verdad estaba esperando el lector. Nadie compra un disco por la información. Casi todo el mundio sí lo hace por la fascinación. Y en esa asignatura, nuestra prensa musical no ha empezado a leerse el temario...
Estando en un 98.659024565412769% de acuerdo con lo que dices, hay una parte que me chirría. Todo eso es verdad... pero Nick Cave estaba ese puto día ahí plantado, atendiendo a un "especialista" detrás de otro. Aparte de dejarse retratar con esa ridícula pose de forajido de leyenda. Así que, siendo cierto que gran parte de la prensa musical impresa es es un porcentaje grande -no todo- de sus contenidos instrumento directo de promoción, también lo es que los artistas entran al juego en su propio beneficio. Y no se deben criticar las reglas de un juego que aceptas. Nick Cave, en concreto, además, debería estar muy agradecido a esa maquinaria promocional, porque también sería sencillísimo escribir un artículo comparativo de sus valores musicales reales en relación al pedestal de culto en el que le ha colocado la sobreexposición en revistas promocioneras. Que los artistas empiecen por aceptar lo que las revistas quisieran decir realmente de ellos sería un buen principio. Y que existieran mecenas para que quien fuera pudiera cagarse en Nick Cave -si así lo considera oportuno y argumenta- sin aber que va a perder dos años de anuncios de su discográfica sería un excelente segundo paso. Dicho esto, de acuerdo con lo demás y suyo atentísimo y seguro servidor.
También sería bueno que muchas discográficas y distribuidoras no condicionasen sus inversiones publicitarias a lo que opine o deje de opinar la crítica (siempre que sea fundado, argumentado, etc.).
Es una cuestión de concepto, para muchos todavía es mejor una crítica gregaria que seria. Lo cual es muy dudoso, porque en UK hay más libertad para decir esto y lo otro y nadie mueve un penny de publi.
Aquí cuando el "te retiro la publicidad y no te mando copias prmocionales" es el pan nuestro de cada día, incluso entre compañías independientes... pues estamos como estamos.
Y, si, los artistas deben aprender que cuando un disco cuyo no gusta es por cuestiones artísticas y no por una intención malsana de cagarse gratuítamente en el trabajo, esfuerzo y dedicación de los demás. Por cierto, para mi, Nick Cave dejó de ser interesante en su tercer disco (Your funeral...)
Aparte de que el propio Nick Cave citaría sin saberlo a Umbral -"hey, especialista, que yo vine aquí a hablar de mi ULTIMO disco"- a la mínima que al crítico inocente (que los hay) y bienintencionado se le ocurriera preguntar por el split ese con Lydia Lunch e inquirir por las diferencias entre aquel Cave sudoroso, nihilista y desgreñado y el payaso listo actual. Todos tenemos algo de culpa en lo feo que está el escaparate, incluido un Nick Cave al que yo, aún más tristemente que Karpov Shelby, jamás he conseguido encontrarle otro interés que el carisma personal. Y oiga, señor Zinc, mañana igual me entretengo en argumentarle un rato con el tema Arcade Fire. Vale que haya categorías dentro del indie, pero me atrevería a asegurar que algunos merecen lo que se les da, sea promocioneramente o no. Y puede que Arcade Fire sean dentro de unos años vistos como hoy se ve a muchos grupos de los 80 y ya primeros 90 a los que nadie prestó atención entonces y hoy reeditan sellos de culto. Y no hablo de los post-funkeros recuperados a rebufo de guitarrazo de Franz Ferdinand, sino de gente profunda, visceral y elegante como los Cocteau Twins o Dead Can Dance, a los que -créalo o no- entonces escuchaban cuatro gatos y el vecino de Liz Frazier.
O puede que no. En cualquier caso, Arcade Fire no suenan a bluff hinchado a base de dobles páginas a color, se lo aseguro. Con lo cual no me parece un buen ejemplo, pese a que cumpla su función.
Suyo affmo. y demás...
Pressing Press:
Evidentemente, los "artistas" son tan culpables como la prensa, por eso en el post no se los defiende, solo se los menciona, porque con ejemplos todo se explica mejor... en ningún sitio se dice que nick cave merezca la atención que se le presta, que sus "pintas de forajido" algo mejor que patéticas, o que los arcade fire sean una gran boñiga (que seguramente lo son)... en cualquier caso, ninguno de los citados es mejor por el mero hecho de salir en más revistas y propiciar las mismas conclusiones...
Brillante.
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