jueves, 22 de marzo de 2007

Tom Wolfe - Gaseosa de ácido eléctrico

"-Vosotros que estáis ahí sentados o paseáis por el patio, eso que veis a vuestro alrededor y sobre vosotros, en el techo, esa locura de colores en movimiento es vuestro cerebro"


La historia está, como se acostumbra a decir, en los diarios. Se puede seguir a golpe de Wikipedia: Ken Kesey, más conocido como el autor de "Alguien voló sobre el nido del cuco" y como uno de los pioneros del culto al LSD, inició en 1964 un viaje en autobús en compañía de los Merry Pranksters. El trayecto los llevaría por todos los Estados Unidos y parte de México, y sería especialmente significativo para el nacimiento del hippismo y el desarrollo de la cultura psicodélica. Con un enlace será suficiente: Desde aquí se puede saltar a todos los vértices de la historia. Ken Kesey, los Merry Pranksters, Furthur, "Alguien voló sobre el nido del cuco", La Honda, Neal Cassady, Ken Babbs, la Chica de la Montaña, Allen Ginsberg, los Grateful Dead, Sandy, Negra María, la Costa Oeste, la Costa Este, Timothy Leary, Mexico, Perry Lane, Haight-Ashbury, la Casa de la Bomba y...

... y Tom Wolfe. "Gaseosa de Ácido Eléctrico". O, en versión original, "The Electric Kool-Aid Acid Test".


Hablamos del Tom Wolfe que vestía la chaqueta del nuevo periodismo y tenía el ojo puesto en la contracultura, cosa que no iba a durar para siempre. Un Tom Wolfe observador, es decir externo al meollo de los acontecimientos, pero sincronizado con lo que estaba ocurriendo, fuese lo que fuese aquello. Y aquello, se deduce, era bastante más que un empacho de pulseras de cuentas, colocones continuos, campanillas sagradas, karmas elusivos, falta de higiene, mandalas y conciencia nirvánica. Aquello era anterior a todo esto y a la vez su origen, era ruido, un momento de confusión por el consumo de ácido en el que lo mismo podía imponerse la matraca de los Grateful Dead como el speed apabullante del "1523 Blair" de The Outcasts.

Pero no. La historia, guiada por un contexto californiano, se equivocó, como se equivoca casi siempre. Y Tom Wolfe estaba allí para contarlo, para relatar la revelación de una nueva manera de "estar en el ajo" en el mundo hip de California, la manera que vino después de los beatniks y que se convertiría en poco tiempo en el despreciado hippismo. Leyendo a Wolfe uno se da cuenta de que lo que hace al hippismo tan abominable está principalemente en la degradación del concepto y no en la mentalidad de sus pioneros, demostradamente capaces de canalizar energías y revolucionar los conceptos de la normalidad y lo aceptable.

El señor que tuvo la culpa de todo: Ken Kesey volando sobre el nido del cuco

Tom Wolfe, neutro de una manera ingeniosa y absteniéndose muy mucho de emitir juicios de valor, dibuja en un estilo perfectamente no-académico los orígenes de la aventura de Kesey. Una época en la que, un poco igual que en todas las demás, no hay ningún hecho concreto que desate los acontecimientos, sino un caldo de cultivo, un proceso de formación de una nueva contracultura a partir de los restos de la inmediatamente anterior, la beatnik. Kesey no publicó "Alguien voló sobre el nido del cuco" y se convirtió de pronto en el primer hippie puesto hasta las cejas de LSD. No, eso no fue así. En todo caso, Kesey tenía la suficiente personalidad y el misterio correcto, en parte motivado por su origen no-californiano, con el aura de fresca inteligencia derivado de la publicación de su libro, para convertirse en una especie de imán al que se sentirían atraídos los nuevos colgados y los viejos beatniks. Neal Cassady está ahí desde el principio, la prueba palpable de que la beat generation moría o, mejor, mutaba en incógnita. No es la primera novela que tiene a Cassady como protagonista. Antes estuvieron "En el camino" de Kerouac y "Los Ángeles del Infierno" del gonzo Hunter S. Thompson. Cassady tiene la suficiente historia para hacer palidecer a Kesey (y a casi cualquier otro, excepto tal vez a Ginsberg) y, sin embargo, es al revés, es Kesey quien maneja el cotarro. El no-capitán, el no-maestro.

Y Cassady no es el único. Allen Ginsberg aparece en varios episodios. Beats aparte, Jerry Garcia ronda continuamente el cículo externo pillastre, seguramente intentando pescar con su paz y su amor bonachón a la Chica de la Montaña. Incluso se produce un encuentro entre Timothy Leary y Kesey, que Tom Wolfe relata como el choque definitivo entre las dos maneras de entender la cultura del ácido. La manera californiana de los Merry Pranksters, despreocupada, natural y vital, y la del grupo neoyorkino de Tim Leary, seria, intelectual, blanda y... aburrida.

Para ser conductor de primera, acelera. Neal Cassady dentro de Furthur

Los Merry Pranksters ("Alegres Pillastres" en la decepcionante traducción al castellano de Ediciones Júcar) estuvieron antes de las ladillas, o quizás fueron ellos quienes las trajeron. La historia se muestra como una sucesión de acontecimientos superpuestos que poco a poco y fuera del control pillastre lleva del viejo tipo de vida comunal, las Pruebas del Ácido y los Festivales de Viajes como un estilo de vida al estancamiento maloliente del hippismo. Los Merry Pranksters se entregan dentro y fuera de Furthur, su autobús y su particular situación, a la exploración de las infinitas regiones de la conciencia humana, al tiempo que esquivan lo establecido, esos "zapatos negros FBI" que viste la ley en el "juego de policías y ladrones". La continua persecución de Kesey por parte de las instituciones legales y morales, daría finalmente con sus huesos en la cárcel.


Furthur -"Ayá" (sic) lo llaman los de Júcar- se mueve mientras puede, en "movimientos espasmo-cinéticos" causados por la alocada manera de conducir de Cassady. Huele a beatnik y a droga, y se ve llameante con sus colores psicodélicos. Se mueve como una experiencia única en las rutas americanas y en las "tierras miseria" de México. Tom Wolfe lo relata en estilo paranoia, en el modo delirium de un observador del ácido que no toma ácido pero que suena como si lo hiciera. Wolfe es grande en estas cosas, más que en otras. Recoge experiencia de primera mano y lo narra como si estuviera en el ajo, como si lo viviera perfectamente colocado, pero no lo suficiente como para no poder darse cuenta de los detalles importantes... el único capaz de notarlos...

... El único que, ya en 1968, vio que el asunto se desvirtuaba, vampirizado, en la escena de Haight-Ashbury, y el único que podría haber descubierto que el único sitio al que llevaba, una vez asimilada, toda esta experimentación psicoactiva era a los revolcones de idiotas en el barro de Woodstock. Absurdo. Y lo peor aún estaba por llegar. Tenía esta pinta, más o menos:

Furthur en la actualidad: atracción de parque temático, restaurado y violado, con placa y barras y estrellas en el morro

"Había estado tres años en el autobús. El viaje había sido liberación y cautividad, todo al mismo tiempo, liberación, poder, voluntad, la mayor del mundo..."

"-Sabes..., siempre estaré en el autobús"

B'dum b'dum

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Edu! Un placer descubrir tu blog! ;) Un saludo

mr sloane dijo...

Gracias, espero que vayas encontrando cosas de tu interés en él... Bienvenido...