miércoles, 27 de junio de 2007

Tangentes congeladas en el tiempo


"There are many kinds of freedom, but at the moment the freedom that I yearn for most is the freedom from expectation"
Alistair Fitchett

Para algunas cosas, junio está resultando un mes pésimo. Si hace unos días nos hacíamos eco del cerrojazo inesperado de Karpov, intentando a pesar de todo recuperar un cierto optimismo, ahora le ha llegado el turno a Tangents, y cuesta hacer una lectura en positivo de eso. Se trata de una pérdida con todas las de la ley, enorme se mire por donde se mire, que arrastra tras de sí el peso acumulado de la memoria. Habíamos llegado a una sintonía tan notable con Alistair Fitchett y a admirar tanto a John Carney (es decir, tanto como es posible sin caer en la idolatría) y sus impecables series, que parece mentira que Tangents se encuentre congelado. Solidificado, frozen. Por supuesto, de momento sobrevive el dominio y todavía es posible acceder al histórico del site, diez años de los textos musicales más apasionados, dentro o fuera de Internet. Pero no es esa la cuestión. La cuestión es que si lo de Karpov fue un golpe fulminante, a pesar de lo plácido de su planteamiento, lo de Tangents roza la catástrofe a gran escala. Se parece al fin del mundo.

Aunque por supuesto no lo es.


Tangents seguirá siendo una influencia por siempre. Literalmente. Una influencia que arrastraremos toda la vida, como de hecho lo hacemos ya ahora, imitando en cierta manera su peculiar estilo de jugar con las referencias. Esa es la más valiosa de sus enseñanzas, un arte en el cual John Carney era (y es) un auténtico maestro. Muchos hemos aprendido de él, así que visto de ese modo Tangents sigue vivo. Lamentarse de que ahora parezca un iceberg a la deriva con su extremo flotante cada vez más hundido en el océano es como lamentar que los Monty Python ya no sigan juntos, o que ya no existan grupos como los June Brides o, peor aún, los Everly Brothers. Echar mucho de menos a Tangents no conduce a nada, es nostalgia de hace dos días...

... A nosotros sin embargo estas cosas nos hacen más fuertes.

Para empezar, Alistair Fitchett vive a varios cientos de kilómetros, muy cerca de The Clientele pero demasiado lejos de los Thelematicos como para celebrar unas canciones que seguramente nunca llegará a conocer. Cosas como éstas son importantes y de eso va (o iba, todavía cuesta aceptar la idea) también Tangents. No solo es la valentía referencial, también trata de pequeños mundos extraordinarios, estén donde estén, por fuerza alejados del esclavizante pensamiento mayoritario.

El problema real es que a Alistair Fitchett se le ha acabado la energía que tal vez a nosotros también nos falte algún día. Se trata de una especie de agotamiento del entusiasmo. Comprensible, aunque triste. Estar alerta a todas horas no es fácil, exige una dedicación incansable, y más cuando se intenta siempre escribir poniendo toda el alma en ello. Es una dieta de obsesión a jornada completa, y quizás por eso también lo dejó Karpov. Pero mientras es excitante es excitante. Y si por casualidad algún día deja de serlo, ese día, por favor, que alguien nos recuerde que epitafios como éste son en realidad demasiado amargos e injustos con lo que amas:

"I want to listen to music and not feel the need to explain it. I want to hear records and not have stories to tell other than those which stay inside and say simply that the records make me smile or cry. I don’t want to have to explain myself"
Alistair Fitchett


B'dum b'dum

Diez años de histórico de Tangents.
La serie de John Carney 'Shivers Inside' en www.shiversinside.com.
La serie de John Carney '50000 Reasons' en www.50000reasons.com.
La serie de Daniel Williams 'Backed With' está aquí.
El blog de Chris Fox sigue aquí.
El blog de Alistair Fitchett está por el momento congelado aquí.

lunes, 25 de junio de 2007

Cohetes y casitas

El azar nos lleva y nos trae. Nos zarandea y arrastra como le da la real gana, sin darnos tiempo a cambiar de ropa. De repente, no estamos donde pensábamos estar, y sin embargo vivimos lo que no pensábamos vivir, desorientados pero felices, como en un castillo lleno de espejos. Se cancela fulminantemente el Pocket 4.4 (cinco días después sigue sin haber explicación oficial, solo conjeturas y esta carta del promotor que suena a un mero salir del paso) y algo mejor toma forma en el Big Bang de la calle Botella: Lo más suculento del Pocket, Cohete, junto a lo (ahora ya no es ningún secreto) mejorcito de esta ciudad, Thelematicos. Además de Sibyl Vane (por desgracia incompatibles en horario con el santo de amigas que se llaman Joana) y La (inefable, reprobable, olvidable) Célula Durmiente.

Recapitulando... Lo más suculento del Pocket y lo mejorcito de Barcelona.

Cohete y Thelemáticos.

Nada de número punto número. Nada de beber obligados esa asquerosa cerveza que cree que donde va triunfa.

Por solo cinco ecus y, por si fuera poco, sin tener que aguantar a Luthea Salom. Sintiéndose como en casa.

Mejor así.


El grupo anteriormente conocido como Cohete


Antes que nada, una pequeña mentira: El sábado Cohete no tocaron en el Big Bang. Por si acaso. Hay mucho promotor-hiena suelto. En cambio, sí tocó un grupo que se parecía bastante a Cohete (1), cuya carta de presentación era precisamente haberse llamado Cohete en un pasado no muy lejano. Alguien gritó el nombre de Croqueta, y la verdad es que es un nombre tan bueno o tan tonto como cualquier otro. Y da igual si lo es. Croqueta, el grupo anteriormente conocido como Cohete, son excelentes. Tienen un repertorio que merecía ser tocado y no son para nada victimistas. Además de esos Patrullero Mancuso ya mencionados hace unos días, tienen algo de los Soft Boys más rítmicos y de los primeros Dream Syndicate. Lo cual es bastante extraordinario, si uno se detiene a pensarlo. Varias de sus canciones piden esas trompetas que nos hacían la boca agua en la versión maqueta de "Micromacro" y en las que es imposible dejar de pensar desde entonces. Mientras llegan los metales, lo mejor del cuarteto siguen siendo esos entrelazados de guitarras nerviosas, ese sonido irresistiblemente Muebles, y canciones como "Animal", cincuenta puntos en la diana de las canciones que definen a los grupos perfectamente enfocados.


Thelematicos


Si Cohete mostraron el valor del plato bien hecho, Thelematicos dieron un festín trepidante y voraz. Las suyas son canciones de un minuto o menos. Hacen algo, lo que sea, y en cuanto adquiere un cierto sentido se arrepienten y lo abandonan, solo para empezar a hacer otra cosa igualmente buena. Aniquilan el tiempo, literalmente. Con ellos, no existe el futuro, o al menos da igual a dónde lleve. Hacen trizas despreocupadamente lo que otros construyen cuidadosamente. Y aun así consiguen canciones, nada de esas masas de sonido tan fáciles, aburridas y sin expresión, que atesoran en otros sitios.

Nacho y Sergio, ambos en Anticonceptivas, pueden hacer lo que se les antoje... hacen lo que se les antoja. Son dueños de sí mismos y de su propio idioma. Sergio le practica a la guitarra toda clase de vudúes, y Nacho zurra a la batería como un niño ensimismado, con el antiguo arte de la locura. Cuando canta (cosa que hace habitualmente, y con mucha soltura, en Anticonceptivas) su voz se alarga en un eco melódico, que contrasta con la aspereza de Sergio y hace que todo parezca todavía un poco más un hechizo. Thelematicos son, visto lo visto, la versión poseída y apresurada de Anticonceptivas. Iguales pero diferentes, estallando en flashes todavía más cegadores y breves.

Por eso, son capaces de dejar atónito al público, empapándolo de una gloria opuesta a toda artificiosidad, que no tiene nada que ver con la ambición, y sí con un nuevo lenguaje para esta pequeña y modesta comunidad. Su reciente EP existe en cartón y vinilo antes incluso de que exista un jpeg de su portada, lo cual contrasta con el (todavía reciente) lanzamiento virtual del álbum de Anticonceptivas. Las seis canciones de este siete pulgadas (2), a 33 rpm y sin ninguna inscripción en la galleta, ratifican la identidad poco encasillable de Thelematicos. Son seis canciones frenéticas y brillantes. Una muestra vibrante y para nada residual que permite paladear, también en casa, parte de los sabores de ese festín trepidante y voraz.

B'dum b'dum

(1) Los verdaderos Cohete estarán tocando, según parece, en el Funhouse de este año.
(2) Incluyen sus hits "Thelematicos", "La montaña" y "La casita".

miércoles, 20 de junio de 2007

"Mañana es mi palabra favorita"

Jaque al politburó


El inesperado final del boletín de Karpov siempre dará la impresión de precipitado. Un día se hablaba de Saturday Looks Good To Me, otro de Prín La Lá, el penúltimo de independencia vital (desde la óptica eminentemente burguesa de Federica Pulla), y al día siguiente... nada. Un cuerpo inmóvil sobre la piltra, en fase inicial de descomposición, sin ningún Rico Díaz que se dignase a embalsamarlo con algún revolucionario derivado del formol. Nadie lo esperaba. Fue a todas luces precipitado, decíamos, como si nos hubieran arrancado algo en un tirón para el que no estábamos preparados. A la soviética. Un ajedrecista desaparecido sin poder dar explicaciones, y sin una mala versión oficial que llevarse a la boca. Secreto de Estado.

Estas cosas pasaban. Ganaba Kasparov, arrastrando a la perestroika tras su estela, y de Karpov nada se volvía a saber. Son tiempos de glasnost, nos decían, los rostros deben cambiar. De una manera egoísta, echaremos en falta su visión desde el lado opuesto del puente aéreo. Los guiños, las sugerencias, los guantes tendidos... Entre sus muchas otras virtudes, Karpov era tenaz y por lo general certero. Mucho más certero que cualquier otro, en realidad. Sin descanso, daba buena cuenta de las evoluciones de Punsetes, Cohetes y cuanto de reivindicable estético-musicalmente tenía (tiene) Madrid. Y no solo Madrid. Karpov fue uno de los pocos, si no el único, que supo perseguir, en impecables entregas, la excitación que suponía el debut en vinilo de Incrucificables. Se encuentre o no como el tipo de la cama, lo cierto es que debería resucitar, aunque solo fuera un poco. Reencarnado en mimo, en ajedrecista, en controlador aéreo o en bombero torero, pero vivo.

Si existe un epitafio, una imagen, una música o unas palabras adecuados para despedir a Karpov, solo pueden ser los que esconde esta foto, que él mismo tomó en su momento. El disco que suena es importante.



Fobias karpovianas: Le Pianc

A Le Pianc, uno de esos raros grupos con los que Karpov erraba el tiro, tomándolos por el lado equivocado, se les pudo ver ayer en la Plaza Real. Poco que reseñar, salvo que hubieran sonado mejor en medio de la calle Escudellers y sin técnico de sonido. Paralelamente, como era el día de la música, unos cuantos patrocinadores que cotizan en bolsa internacional apoquinaron lo suyo para traer de Manchester a los Happy Mondays, y que Astrud los teloneasen en la Plaça de la Mercé, ante una chusma de calimocheros, no sostenibles y sin ninguna intención de ser reciclados. ¿Astrud? Bueno, más bien la mitad de Astrud haciendo como de Surfin Bichos. ¿Happy Mondays? Cuando esperas basura descompuesta, los restos en el plato se parecen a un manjar.

Excepto con los Happy Mondays, los conciertos de estas características deberían estar prohibidos. No son para Le Pianc o Astrud. Mejor dejarlo para otro día, un día que no sea el día de nada.


Filias karpovianas: Punsetes y Cohete

Este sábado estaba prevista una verbena de San Joan algo atípica. Todos -absolutamente todos- los grupos de Madrid a los que teníamos curiosidad en ver por aquí tocaban en el Pocket (al que, ya que estamos, por algo llaman así). Los Punsetes, Cohete, Solex, Charades y Jonston. Los dos primeros fueron favoritos karpovianos y también los que más interés suscitan todavía en B'dum B'dum.

Al final, el impecable hilo argumental de la fiesta ha quedado algo desvirtuado, con la caída de Los Punsetes y la incorporación de First Nation, Githead (con Colin Newman, de Wire) y Luthea Salom. Todos ellos son musicalmente interesantes (bueno, Luthea Salom NO, la verdad), pero tienen poco que ver con la idea inicial de un pequeño festival para los que quieren evitarse viajes apresurados a Madrid.


Pero lo peor no es, por supuesto, que además toquen Githead o First Nation. Obviamente. Lo peor de todo es... bueno, ¿qué ha sido de Los Punsetes? Maldita suerte, para un grupo dotado de materia gris que todavía toca en directo... Basta con echarle un vistazo ocasional a los blogs de sus componentes, Triple Errre y en menor medida Andante Molto Grosso, para darse cuenta de la enorme personalidad que se esconde tras ese nombre inspirado en el sabio-idiota más célebre de España. Estas cosas son, nos repetimos tanto como sea necesario, cada vez más importantes en la democracia absolutista de Internet y sus cada vez más aburridos y saturados myspaces. Además, Los Punsetes no han hecho más que mejorar y mejorar con el tiempo, desde aquella primera maqueta demasiado ingenua, hasta convertirse en el híbrido perfecto entre Beef y TCR, recogiendo no solo el testigo musical de estos dos grupos sino también heredando buena parte de su inteligencia. Adiós ingenuidad, hola sustancia.

Pena infinita que no vengan.

Sin desmerecer, ojo, el pop en seis dimensiones de Solex, y todavía menos la vibración favorita de los Cohete, en un espléndido momento y superando, sin matar al padre, el sonido post-Patrullero.




B'dum b'dum


miércoles, 13 de junio de 2007

Teenagefanclubbing

Existen dos maneras de hacer buenas canciones: o las rompes o las bordas. Hay que tener pericia e ingenio para hacer bien cualquiera de esas dos cosas. Quienes aman (amamos) el pop buscan (buscamos) continuamente en ambos cajones. Los días pares en uno, los impares en el otro. Se alternan. Los días de subida, sorpresa. Los días de bajada, confort. El segundo grupo temporal es tan importante como el primero. No todos los días hace falta que alguien invente algo para nosotros.

Al contrario que otros, no buscamos en el clasicismo nostalgia, ni ver refrendados nuestros gustos en proyeccciones de estilos y artistas ya juzgados, establecidos y consolidados (en los listados de clásicos aparecen siempre Dylan, los Byrds y Big Star, aunque ni a Roger McGuinn ni a Alex Chilton les concederán nunca un Príncipe de Asturias). Es más bien una necesidad de seguridad y una búsqueda del valor en la utilización de lo ya inventado. Una voluntad involuntaria de ser arropado y no zarandeado, de llegar al mejor de los lugares conocidos, en contraposición a tener que afrontar algo desconocido. Hoy, simplemente, no toca cambio. Lo decíamos antes: No todos los días hace falta que alguien invente algo para nosotros.

A veces basta con un par de discos de Velvet Crush o Greenberry Woods.

Afortunadamente, hay una buena cantidad de música para estos momentos. En diferentes estilos, intentan con conocimiento de causa mejorar a los clásicos (y lo que sigue es algo parecido a una lista de favoritos) Game Theory, Herman Düne, los New Pornographers, Bart Davenport, The Lackloves, Epic Soundtracks y Nikki Sudden, o Nice Man...

... Y, por supuesto, Teenage Fanclub. Clásicos entre los clasicistas. Los Byrds de los noventa, como los llamaba el dependiente heavy de una conocida tienda de discos barcelonesa, ya desaparecida. A propósito de cuyo sonido, sería de justicia hacer un alto y dedicar un pequeño espacio para la música de The Primary 5 y Valero.


THE PRIMARY 5
“Go”
Re-Action

Si Paul Quinn fue importante para la manera de hacer de Teenage Fanclub mientras estuvo con ellos, eso es algo que solo pueden saber los protagonistas. Lo que es seguro es que Quinn sí aprendió, y mucho, de sus compañeros. Aprendió a encontrarles el sitio a las melodías en canciones casi perfectas. Aprendió a conseguir los sonidos de las mejores guitarras clásicas de la escuela escocesa. Aprendió a entonar como Gerard Love, a componer como Norman Blake y a equivocarse como Raymond McGinley. Aprendió a hacer un “Grand Prix” después de ese “Thirteen” titulado “North Pole”. Considerando que hasta Duglas T Stewart (BMX Bandits) se sorprende por el talento de Quinn, es perfectamente normal sentirse impresionado por ese don, doblemente inesperado para alguien que no se haya criado en la misma ciudad que él. “Go” confirma que las aptitudes de Quinn iban más allá de la perfección fulgurante de “What Am I Supposed To Do”, hito indiscutible del primer álbum. Sí, Duglas, quién lo iba a decir, Quinn sabía hacer canciones. Y, ahora otra vez, se atreve a meterlas en un segundo disco de pop bien coherente y macizote.

Para escuchar canciones de The Primary 5, incluída "What I Am Supposed To Do": aquí.


VALERO
Valero
Sin sello

Hace un par de meses que corre por esos MySpaces del averno la primera demo de Valero. Valero, además del apellido del bajista de los Soberanos y de los propios Valero, es el nombre de un combo barcelonés de fervientes practicantes de lo que podríamos denominar teenagefanclubbing (la quintaesencia del género serían definitivamente Los Primos, de los que Valero derivan con intenciones ligeramente diferentes). En realidad, Valero son teenagefanclubbers matizados. Cierto que viajan hacia Big Star y la costa oeste via Teenage Fanclub y Posies, pero lo hacen poniendo más énfasis en el perfilado que en el color vistoso de un estribillo cegador. Aquí no hay "Sparky's Dream" o "Ain't That Enough". "Ballad" es chiltoniana hasta la médula, Big Star entre las Big Star. "Take a Walk" tiene unos aires countries algo Beachwood Sparks, triángulo, palmas, coros 60s y un acabado meticuloso que casi parece una guía para embellecer al máximo canciones perezosas. Son fans de esa clase de arte que no anda loco por chupar cámara, que no se exhibe gratuitamente: Gene Clark, Jon Auer, Chris Bell y Carl Wilson, todos ellos están en su lista. La maqueta ha sido producida por Jordi Geli, el quinto Hungry Beat, y de momento solo existe en versión virtual, aunque están en camino un montón de copias en formato palpable, que deberían llegar en pocos días.

Para escuchar canciones de Valero: aquí.
En esta dirección de correo se puede conseguir algo más de información.


B'dum b'dum

lunes, 4 de junio de 2007

El desencanto hace horas extraordinarias

Con la cantidad de tiempo que se dedica a elogiar canciones, a ensalzar la materia oculta de álbumes mitificados por nosotros mismos, a reivindicar la importancia de ese momento oportuno que convierte un disco normal en un disco de la vida, es poco el tiempo que se emplea en tratar con su opuesto: el instante generador de desilusión. El punto de desencanto. El pare que me bajo, en marcha y sin esperar a la próxima parada.

Las decepciones son tan vehementes como el entusiasmo. A veces se trata de un proceso gradual. Entonces, todo se disfraza con una cierta lógica. Se pueden argumentar cambios en el estado mental de uno o de filosofía en la obra del propio artista. O un cansancio paulatino, sin más, algo que no necesita una argumentación especialmente precisa pero que a la vez puede sonar perfectamente coherente. Otras veces, cuando la cosa no va cayendo lentamente por su propio peso, es un hecho traumático lo que se produce. Puntual y en cierto modo violento. Un segundo de decepción, una brecha repentina en una escala de aprecios que se suponía en cierto modo estable.

La intuición, que tantas veces juega a favor de las canciones, es igualmente caprichosa y demoledora en su destierro. Si algo nos hace daño, hay rechazo. Si algo nos causa amargura, aunque sea por motivos estrictamente extramusicales, giramos la vista inmediatamente hacia otro lado. Esa gente y esos sonidos nos recuerdan las razones por las cuales nos detestamos, para que las aprendamos de una vez. Escuchar esa canción, ese disco, ponen de manifiesto de nuevo que el mundo no está de tu parte, amigo, ¿y qué te creías? Te hace sentir apaleado, angustiado, incómodo. Solo piensas en huir a la busca desesperada de otro refugio. Llévame a casa, aléjame de aquí. Las cosas horribles solo deberían suceder una vez.

Cuanto más divertida la música, más hiere. Aunque seamos mayorcitos para aceptar las consecuencias de nuestros actos, y odiemos la autocompasión mucho más de lo que odiamos las causas que la provocan. Sí, ya. Más triste fue lo de Syd Barrett o lo de Ordovás. Y lo de los caballitos poni, como bien saben Hidrogenesse y cuantos les escuchan, eso es mucho más triste. Pero aún así hay sensaciones que son inevitables, como la acidez de estómago.

Es por eso que este disco sigue a día de hoy durmiendo, envuelto en su celofán y por causas que son seguramente una imbecilidad, el sueño de los justos:


Y es que este mundo resulta a veces completamente idiota.

Mud'b mud'b