
Caetano Veloso
Si tomamos una, solo una, de las aproximaciones posibles al tropicalismo, una poco rigurosa y bastante contaminada, que nace en Occidente, treinta años después del colapso forzoso del movimiento, y que se encuentra engañosamente envuelta en un aura de redescubrimiento que es en realidad un latigazo de revelación, éste es el disco que lo empezó todo:

1999 y este recopilatorio devolvieron a la vida a Os Mutantes. Y lo hizo como si estos hubieran sido criogenizados en 1969 para su estudio futuro y hubieran permanecido bajo cero durante tres décadas. David Byrne hizo finalmente algo valioso después de los Talking Heads: desenchufó el congelador, sacó de él a los jóvenes especímenes y revivió lo que interesaba revivir del trío psicodélico. Como consecuencia, Os Mutantes explotaron en colores, como lo habían hecho la primera vez, con la misma potencia y la misma manera de... "desligarse"...
El tropicalismo es, junto con el sonido Postcard, el movimiento pop más perfecto: extraordinariamente conciso, ambicioso en sus metas, social, izquierdista de una manera crítica, no convencional, rápido en su ascenso y también en su desmembramiento, y -por fin- exhuberantemente sugestivo. "Colorista" es la palabra que no falta en casi ninguna de las definiciones. El adjetivo comodín que se utiliza para prácticamente cualquier música brasileña (excepto la bossa nova, a la que con la desgana se tilda de "elegante") está más que justificado cuando se habla de los tropicalistas. Forma parte de su ácida e infantil esencia, que, sin embargo, tiene poco de vulgar y carnavalera.
Pero el verdadero inicio de esta historia se remonta a mucho antes. Como es obvio, el tropicalismo, que vivió su época dorada durante la segunda mitad de los sesenta, no surgió gracias a David Byrne ni a su sello de world music, cobijado bajo el manto de Universal y creado a finales de los ochenta. En todo caso, Byrne, inspirado como él mismo confiesa por Arto Lindsay, se hizo eco de algo excitante e inspirador, algo que brilló por un nanosegundo como una supernova en la periferia de una Amazonia ya de por sí resplandeciente, una música que existió para celebrar la cultura brasileña a base de ponerla continuamente en un brete.
Os Mutantes son, pese al reconocimiento recibido por parte de notables popes anglosajones, la pirotecnia en la línea de acción del tropicalismo. El punto perfecto para empezar a tirar del hilo, con su apariencia alucinada y pop, su disposición a la manera anglosajona en forma de grupo, en un país donde priman los nombres propios. Pero, Mutantes a parte, los verdaderos orígenes del movimiento se encuentran en el estado de Bahía, al noreste de Brasil. De ahí surgieron Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa, Tom Zé o Maria Bethânia. Salvaguardados por su supuesto provincialismo, manteniendo una distancia crítica que poseían por nacimiento y los protegía de imposiciones musicales, artísticas, políticas y estéticas, se convirtieron en el germen de un colectivo anti-arquetípico, innovador y visionario, al que hubo que dar de comer a parte, peligroso para la dictadura y por tanto revolucionario.


Todo eso ocurría mientras se gestaba el tropicalismo, a las puertas de canciones como ésta, interpretada por Os Mutantes en TV Cultura y con letra de Caetano Veloso, al que se puede ver como buen aliado participando de la experiencia entre el público:
B'dum b'dum
(1) "Verdad tropical" está llamado a ser la inspiración de los próximos posts. Aun cuando no se cite en todo momento, siempre está ahí. Esta autobiografía, que disecciona con inteligencia el Brasil tropicalista, es el material de referencia más estimulante al que se puede acudir para descubrir o redescubrir el movimiento.
(2) En el pop, solo la Velvet Underground de la etapa John Cale podría aproximarse. En el jazz, habría que morphear a Herbie Hancock con Stan Getz para conseguir algo parecido.
(3) De Clarice Lispector intentaremos sacar el agua clara en breve. Por mucho que su obra se vea constantemente asociada a la de James Joyce y Virginia Woolf, una autora que se rebela contra la pedantería académica y los especialistas de esta manera no puede ser del todo mala: "No entiendo de qué hablan, pero siento ese falso vanguardismo, lleno de modismos, frío, calculador, poco humano. La mejor crítica es la que entra en contacto con la obra del autor casi telepáticamente".
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