A casi todos.
Pero no a todos. La Increíble Verdad mantuvo la inspiración y tocó a The Go-Betweens, Psychic TV, The Killers, Will Oldham, Billy Childish, Les Rita Mitsouko, el africanismo, The Pop Group y el kitchen sink pop. Con el esmero y la profundidad habituales, nada de rascadita en la superficie y a correr hacia el p2p más cercano con un cohete en el culo. Divagó sobre esterotipos y nos dio la noticia-disgusto del verano (la muerte de Tony "Factory" Wilson), entre breves y otros enlaces de interés protagonizados por Tarantino y su "Death Proof", M.I.A., Durrty Goodz, Daddy Yankee o Timbaland. Lo mejor, también por inesperado, dado el carácter eminentemente "post punk" (léase con varios pares de comillas) del blog, fueron los contenidos sobre Burial y el dubstep, amén de la nota al margen sobre "Hijos de los hombres", de Alfonso Cuarón, película que, de no existir La Increíble Verdad y el dubstep, tal vez hubiéramos tardado demasiado en descubrir, especialmente llevando la firma del director de "Y tu mamá también".
Una de las cosas que hacen interesante al dubstep es, además de su estratégica ubicación en la hasta hace poco tierra de nadie entre el dub y el drum'n'bass (olvidémonos a propósito del garage y el 2-step, cuyos vínculos con el dubstep tienen más que ver con la geografía y el ciclo de vida de los clubs británicos que con la música), el halo de misterio que rodea al género y que, en cierto modo, le da entidad. Por todas partes aparecen entradas web y explicaciones pedagógicas (la palma se la lleva la entrada de la wikipedia, con patrones de audio embebidos y todo) que intentan situar el dubstep y hacerse eco de la expansión vírica de la escena. Porque desengañémonos, a pesar del bien conseguido anonimato de Burial y otros, o de las recias comunidades virtuales que han acompañado el desarrollo del género (especialmente el dubstepforum), el destino del dubstep podría perfectamente ser el de convertirse en un estilo musical de "clubs para guía de viajes", al modo de su predecesor, el drum'n'bass, y el lejanísimo progenitor de éste, el soul. En cualquier caso, la del dubstep ya no es más una escena comandada por tipos deseosos de organizar algo muy secreto. A estas alturas, resulta difícil distinguir quién va realmente de incógnito y quién va disfrazado de anónimo.
Perversamente interesante sería saber lo que piensa Adrian Sherwood de todo esto del dubstep, un estilo no demasiado alejado del sus propios y ya decanos hallazgos. O Andy Weatherall, hábil pionero del dub electrónico en las grabaciones para Warp de Sabres of Paradise y Two Lone Swordsmen, una saga que todavía dura y que tiene su origen a principios de los noventa. Por lo demás, todo el mundo parece asumir sin demasiadas quejas que el dubstep es un estilo nuevo, y que representa la evolución y el futuro del dub, además de resultar un movimiento perfecto para desencajar determinadas piezas del 2-step y el drum'n'bass, que parecían acorraladas y sin que nadie fuese capaz de encontrar un camino de salida para ellas. Siempre atento no solo al pasado sino también al presente y al futuro, Soul Jazz posee una de las referencias clave del género, "Box of Dub". Una excelente introducción al dubstep y a la actual escena dub en general, a la que retrata como un estilo vivo y autónomo, perfectamente capaz de salir de su estancamiento, via UK. Una vez más (y van...).

Lo que viene a continuación es un poco lo de siempre, un guión de sobras conocido por todos y repetido hasta la saciedad en las interpretaciones de miles de actores, a lo largo de décadas de música popular y márketing artístico. El verdadero underground empezará a mirar hacia otro lado, mientras un underground, digamos, de pacotilla extraerá los tics sonoros más característicos del dubstep y los perpetuará sin miramientos en adaptaciones y relecturas, convirtiendo el género en algo totalmente estéril y sin evolución. En presencia del éxito, estos cálculos rara vez se equivocan, se llame como se llame el estilo.
Al lado de La Increíble Verdad, el fotolog de Días de Rubias ha mantenido una infalibilidad a prueba de bombas durante los difíciles meses estivales. Pase lo que pase, Quique siempre está ahí, dispuesto a balancearse, a entusiasmarse o a hacer zig-zags, si la música lo pide. Con Días de Rubias hemos podido seguir de lejos los restos estivales de la habitual agitación barcelonesa, entre varias decenas de pequeños momentos musicales que bien valen un viaje al youtube o al myspace de Edwyn Collins.
Los Fiery Furnaces son, sin duda, los campeones del verano:
"Tropical Iceland". Los hermanos Friedberger jugando con los contrastes de temperatura: Olas que se convierten en montañas de nieve y palmeras que se apartan para dejar a la vista grandes bloques de hielo. La canción ya tiene sus buenos cinco años, pero sigue igual de refrescante, inaccesible al frío. Si no nos hubiésemos tomado a los Fiery Furnaces tan a la ligera como a las Breeders, tal vez estos bonitos paisajes dibujados del vídeo estarían colgados en algún pared especial de la casa, invitando a meterse en ellos. Pero así es el escepticismo, nadie está libre de él. Hace que nos perdamos cosas así.
No obstante, si hay una imagen que se aproxime, aunque sea inintencionadamente, al sentimiento de tener que volver al trabajo, debe de parecerse a la de este Elvis Costello rígido y lleno de ira de 1977 (1). A su lado, Paul Weller parece un angelito anunciando condescendencia.
Estamos de vuelta. Aproximadamente.
B'dum b'dum
(1) Los créditos van nuevamente, cómo no, para Días de Rubias.