viernes, 14 de septiembre de 2007

Mark Sultan - The Sultanic Verses (2007)

Mark Sultan, "galàctic" y "boletaire" con gorra, sección garage-punk, Montreal


En la música de Mark Sultan (aka BBQ) se oye a la perfección el eterno y vital traqueteo del rock’n’roll. Impregnadas de la energía impaciente de hacer algo y grabarlo antes de que se pierda la chispa, prendidas de la excitación de un garage que remite al rhythm’n’blues, al doo-wop y al highschool, las canciones de Mark Sultan se hermanan con las de Jay Reatard en la renovación (debe existir por fuerza una palabra mejor) de un rock’n’roll radiante, impulsivo, afilado y capaz de ver el lado cómico de las cosas. Mark Sultan es Eddie Cochran, TV Personalities y Young Fresh Fellows donde Jay Reatard es Devil Dogs y Adverts, o The Gris Gris son los nuevos 13th Floor Elevators. “The Sultanic Verses” es una deliciosa hornada de pastas caseras, de formas irregulares pero apetitosas hasta decir basta, cocinadas en cuatro pistas, y regadas de xilofones, panderetas, palmas y un tip-tap tip-tap tip-tap de mover las extremidades a lo binario, con el más básico de los ritmos rock. Indie pop en formato 60s punk que hará que se te inunde el paladar y no quieras volver a probar jamás la cocina creativa o los chuletones que confunden grasa con sustancia.

B'dum b'dum

martes, 4 de septiembre de 2007

¿Qué ha sido de la bonita música de nuestros abuelos?


Robert Crumb a los cuarenta

Aunque la versión oficial así lo establezca, Robert Crumb no es solo ese pionero del underground del que hablan los libros de historia: padre perverso del gato Fritz, Mr Natural y Mr Snoid, autor de la portada del "Cheap Thrills" de los Big Brother de Janis Joplin, y editor fundador del mítico fanzine Zap. Material todo éste íntimamente relacionado de uno u otro modo con la revolución psicodélica y los años marcados por el flower-power californiano, se trata simplemente de la cara más conocida de un autor que se alejó en cuanto pudo del hippismo y las etiquetas, y que nunca dejó de publicar cómics, sin preocuparse lo más mínimo de lo que la fama reclamaba de él.


Los ochenta y los noventa fueron para Crumb los años de madurez. Ya no era, como lo fue en los sesenta, ese joven dinámico, con iniciativa y entusiasmo, dispuesto a abanderar un comix underground en sintonía con los tiempos que corrían. No, las personas habían cambiado, los tiempos habían cambiado y Robert Crumb se había dado cuenta a tiempo. Se convirtió en un verdadero espíritu libre de la historieta, alguien que sabía que su nombre le permitía ciertas licencias en el marco de una cultura que él mismo había ayudado a crear, y que por tanto no estaba obligado a obedecer ninguna regla fija.

En el Crumb de los ochenta, recogido en álbumes como "Mis problemas con las mujeres", "Mode O' Day" o "La historia de mi vida" (1) se pueden encontrar...
  1. Parodias autobiográficas: El Crumb pervertido, el Crumb amargado, el Crumb de carne y hueso, en definitiva, lleno de defectos y encantos difíciles de apreciar.
  2. Personajes públicos: Es decir, pretextos e iconos para las más arriesgadas visiones y opiniones del propio Crumb, encubiertas tras las apariciones "estelares" de Philip K. Dick (místico-iluminado), Jean-Paul Sartre (alucinado, capaz de provocar la náusea con su sola presencia) o Donald Trump (la razón capitalista como generador de irritante seguridad en unos y de odio visceral en otros). Las ocho páginas del homenaje a Philip K. Dick se pueden leer aquí
  3. Cosas de la edad: Cuando Robert Crumb se enfrenta a sí mismo en "La crisis de madurez de tío Bob" lo hace con toda la calma y la serenidad del mundo. Así es exactamente como aparece la crisis en el mundo real. Un buen día te levantas y allí está, a tu lado sin hacer ningún ruido, pero omnipresente y del todo posesiva. Y ni siquiera un buen disco o la mejor de las mujeres pueden hacer que desaparezca.
  4. Alta y baja cultura: O "La Náusea" vs el pijerío. Sartre contra Mode O'Day. Del más alto al más bajo de los estamentos culturales, todo puede ser abominable y, a la vez, provocar una sonrisa.
  5. Autocrítica de los sesenta: Oh, Dios, ¿cómo nadie fue capaz de verlo?... "Hacia 1969, un demonio llamado paranoia empezó a deambular por Hashburg. Las drogas se hicieron duras y la gente usaba pipa. Atracos, crímenes, violaciones, comercialización y demás plagas cayeron sobre el barrio... un espectáculo repugnante... Entre 1969 y 1970, la gran rueda se puso a girar vertiginosamente, despidiendo a la gente en todas direcciones. ¡El rollo se desintegraba a toda leche!. Entonces no teníamos claro que nos encontrábamos en la cresta de una ola... creíamos que nunca se iba a venir abajo... Pero, por último, la ola fue a estrellarse contra la costa... Dejando a la tira de gente hecha migas y con un sabor salado en la boca...". Y tras este gran resumen basado en sus propias vivencias hippies, Crumb añade, irrespetuoso consigo mismo: "¿Os quedáis con la metáfora poética?".
  6. La bonita música de nuestros abuelos: "¡Odio a Bruce Springsteen! ¡Shylock! ¡Usurero! ¡Contaminador de almas! ¡Embaucador de inocentes! ¡Proxeneta! ¡Alcahuete! ¡Puta barata!". Y un par de páginas más adelante Crumb confiesa sus porqués: "No sé... supongo que será de tanto escuchar discos antiguos... un mundo perdido, auténtico de veras... la extinción de las viejas y ricas tradiciones musicales... ¡A mí se me parte el corazón!". Y debe ser verdad; no hay más que verle acariciar devotamente esos discos de la Okeh, Victor, Domino, Banner... blues, jazz y folk de otra era mucho más crujiente. Música hecha con la tabla de lavar, grabada a 78 rpm y con la estática en su sitio.

  7. Muchas mujeres: La verdad es que ciertos colectivos (nominalmente las feministas) no son capaces de ver la enorme ironía de ponerse en ridículo a uno mismo el primero. Y Robert Crumb frente a las Supermujeres Crumb resulta siempre ridículo. "La fealdad no es ningún mérito personal" reconoce el más-bien-feo Crumb, quien de pasada se autoparodia haciéndose llamar "El llorón cósmico". Se diría que pone a prueba a las feministas, dejando entre viñetas clarísimos mensajes ("Esto es una alegoría, ¿vale?") que solo un imbécil podría pasar por alto. Hasta un ciego lo vería: Si esas mujeres-neumático están por todas partes es porque Crumb es aún más mequetrefe a su lado.
  8. Agresividad y ternura: Se trata de cómics. Tiene que haber patadas, mamporros, algún refriegue de sexo gorrino, casi-sado-maso... Como personaje, Crumb reparte y recibe un poco de todo esto. Cuando reparte lo llaman "agresividad", cuando recibe lo llaman "ternura".
Robert Crumb hace, en definitiva, lo mejor que podía hacer ante el viejo Crumb de los sesenta: Se gana la partida a sí mismo. Anacrónico y sin deudas por paliar, se exhibe por fuera y por dentro. Escribe como si hubiera llegado al cabo de la calle. Como si estuviese flotando en un tiempo robado. Como si hubiera cortado las amarras sin tener que levantarse a buscar las tijeras. Juega como si aún tuviese todas las cartas escondidas bajo su larga manga.

Y seguro, seguro, que esa bonita música de nuestros abuelos tiene algo que ver...

B'dum b'dum

(1) Todos ellos editados en castellano por La Cúpula. Llegaron envueltos en papel de regalo, delatando a Mic como ideólogo-buscador.