miércoles, 25 de abril de 2007

Tarantulismo o barbarie

Mensajes en clave para los humanos, de parte de una inteligencia superior

Finalmente, se produjo una inversión sabatina. Mientras La 2 del Apolo se revela sin remedio como un auténtico infierno, nada divertido (1) y poco fiable, un criadero de fobias y un obstáculo para cualquier tipo de relación entre personas que no sea el flirteo trendie, la Plaça de l'Odissea (corrigiendo la ortografía del cartel nos decantaremos por las dos eses) es como un escupitajo en el gélido y anodino Maregmágnum. O "Marimando", como dice la madre de Antonio Carradine, sabia mujer con una inmensa sustancia humana que la aparta inconscientemente de las cosas planificadas para otros. Antonio, no cabe la menor duda, ha heredado sus genes.

Si es verdad que -otra gran frase de un Antonio inspiradísimo, cuya perla indiscutible de la noche fue la coletilla de connotaciones rosaluxemburguesas que titula esto- al festival le quedan dos telediarios, gracias a la subida del nivel del mar y el cambio climático, el Marimando es exactamente el sitio en el que había que estar el sábado (2). Lo más seguro es que no se vuelvan a producir contrastes como estos: Los Carradine, Beef y Tarántula en el punto más cercano a Mallorca al que un guiri puede tener acceso mientras visita lo que supone que es Barcelona. Lo del sábado fue a todos los efectos una frikada. El Marimando tomado por un tarantulismo caníbal. O eso, o barbarie.

Elaboración artesana

De Tarántula nos creemos ciertas cosas, y algunas otras un poco menos. Pero la mente humana cree exactamente lo que quiere creer. Lee los signos que quiere leer. Y sea lo que sea el tarantulismo, algo está pasando en Barcelona gracias a él. Esa es más o menos la realidad. Los "ismos", por idiotas o indefinidos que puedan resultar, siempre son mejores que los "hacemos lo que nos sale". Tarantulismo implica gente apuntando hacia algún lugar, aunque ese lugar sea algo que asusta y exaspera a las mentes bienpensantes.

Un canto a Galicia, wwww-hey

Lo cierto es que, pese a las reticencias que parecen provocar en ciertos sectores, del ninguneo generalizado de Joder Around hemos pasado a la creencia mayoritaria de que Tarántula son la bomba. Y lo son. Barcelona no está acostumbrada a coyotadas y canallismo como el suyo, lo castizo siempre ha tirado para atrás como empujado por un huracán de corrección política en versión catalanista. Por eso, los excesos de Tarántula y su retorcida personalidad (muchos utilizan "venenosa", un adjetivo tan estúpido como fácil, "inspirado" por el nombre del grupo) los hacen totalmente incompatibles con el buen gusto, o compatibles con otro gusto. Un ejemplo: la camiseta estampada con la Verge de Montserrat que vestía Vincent Leone el sábado. O la intro "sentida" del Pallars a pachas entre Joe Crepúsculo y David Beef (otro tarantulista nato, para muestra esto), boicoteada por los propios Tarántula.

Café no. Mejor carajillo.

Mientras otros fracasan estrepitosamente tratando de encontrar una pose arrogante, Tarántula, que superada la moderación no parecen tener nada de lo que avergonzarse, dejan que sus personalidades choquen tal cual, e improvisan absurdas escenas que parecen sacadas de un especial televisivo nocturno con Chiquito y Faemino (y Cansado). Quienes hayan escuchado "Esperando a Ramón" saben que Tarántula se pueden permitir ciertas salidas de tono, porque las canciones son magníficas, aunque eso tal vez sea una materia merecedora de mayor detalle en el futuro, otro día. Ese aliento de carajillo siglo XXI es algo que no tiene nadie más, ni siquiera lo tendrían aquellas Hornadas Aberrantes a las que tanto deben (Derribos Arias, los primeros, Glutamato Ye-Yé, los segundos) de haber sobrevivido hasta hoy. Al fin y al cabo, toda conclusión pasa porque su nauseabundo comportamiento, ese universo de Apocalipsis Mongólica que proclaman, se encuentra perfectamente respaldado musicalmente. Sin menospreciar la astuta política de Producciones Doradas y el efecto de un envoltorio global consistente y dirigido, llámese tarantulismo. Si uno es un mojigato o tiene una mente en forma de cajón, no puede hacer otra cosa que odiarlo a muerte. En caso contrario puede sumarse a él. Total, si el tarantulismo fracasa siempre nos quedará la barbarie.

B'dum b'dum

[Imágenes robadas del fotolog de Tarántula]
[Aunque no sea lo mismo que verlos en directo, varias canciones de Tarántula se pueden escuchar aquí]
[Alguien se ha olvidado de pagar el dominio, y ahora mismo no se puede acceder a www.tarantulismo.com para, por ejemplo, descargar gratuitamente "Esperando a Ramón"]

(1) Exceptuando, naturalmente, la actuación de Deerhoof.
(2) Sin desmerecer a Le Pianc e Hidrogenesse, que tocaban a la misma hora en Bikini, o a Darren Hayman, al cual se podía ver por unas 4000 (¡cuatro mil!) pesetas de las de antes no sé dónde.

lunes, 23 de abril de 2007

[Crosswires 2] Deerhoof 21/04/2007

1. En palabras

DEERHOOF

Sala: La 2 (Barcelona). Fecha: 21-04-07. Público: Demasiado. Estilo: Pop. Promotor: Nitsa.

A pesar de que se les suele considerar así, Deerhoof no son en absoluto caóticos. Manejan estructuras con muchos cambios, que son en sí mismas un desafío, pero la manera como tocan, con una visceralidad y una concentración totales, deja claro que nada está pasando por azar. Tienen tanto equilibrio como nervio. Lo que de radical tiene su propuesta está en la sucesión rápida de tensiones impactantes, muy expresivas y poco manejables para cualquiera, excepto para ellos. Con Deerhoof nada ocurre progresivamente, todas las canciones llevan esos cortes abruptos a machete. Son el resultado de confrontar varios patrones -cada uno de ellos con su propio ritmo, métrica y melodía- que se empujan con ímpetu los unos a los otros. Siempre de golpe, como bofetadas de otros mundos que piden paso. Deerhoof trazan, con una sincronización perfecta, circuitos llenos de meandros y repentinos cambios de nivel. De vez en cuando dejan que se oiga una melodía vocal, que llega con un rastro exótico y azucarado. Aparece durante unos segundos y, sin tiempo para ser saboreada por completo, es sustituída a baquetazos. Nunca dejan que dure mucho, pero precisamente por ello ese instante de belleza tiene tintes espectaculares y únicos. Son llamadas de sirena en el interior de un laberinto pintoresco, proyectado directamente desde el futuro.


2. En imágenes


Así, más o menos, se les pudo ver, en el momento más pop de su último disco. Con un poco más de luz, un sonido más claro y más volumen en la voz de Satomi Matsuzaki, pero igualmente increíbles que en esta actuación en San Francisco.



Versión videoclip de la misma canción -"The Perfect Me"-, con teclado y voz hiper-clara. Atención a la discusión sobre tiempos y compases en los comentarios.


B'dum b'dum

sábado, 21 de abril de 2007

Las metrópolis de Kikol Grau y otros estímulos visuales

Metrópolis (f. p. us. metrópoli. Del lat. metropŏlis, y este del gr. μητρόπολις)
1. Programa de TVE que aborda las vanguardias artísticas y especialmente las artes visuales.
2. Ciudad principal, cabeza de la provincia o Estado. Madrid, Barcelona. Barcelona, Madrid. El flujo de ideas no puede esperar al AVE. Tonto el que se espere. Tonto, más que tonto, imbécil. Pero un momento, calma, no tan aprisa...


Parte 1: Los que hacen cosas

Kikol Grau (1) presentó dentro del Festival de La Plaça Odisea (¿No debería ser "Odissea"?) los dos documentales realizados por él mismo, emitidos recientemente en el "Metrópolis" de La 2. Uno sobre Madrid, otro sobre Barcelona, a media hora por ciudad. El Maremágnum, para el que no conozca Barcelona, debe ser con diferencia el lugar más inapropiado para lo que se presenta como "un espacio y 6 días de abril para liberar la música", pero quién sabe, igual es cierto aquello tan bonito que decían los situacionistas, que "bajo la acera está la playa", y bajo esa fachada de falsa belleza creada para la seducción de lo más idiota del turismo que visita Barcelona existe algo que algún día, cuando los guiris tengan otro sitio a donde ir, podemos reclamar para nosotros. Por el momento sigue habiendo paella, Calvin Klein y Bershka para que ellos encuentren lo mismo que en sus casas pero al lado del mar, y una carpa gigante de Marina d'Or, que es imposible no ver, en la entrada desde el Moll de la Fusta, bien cerquita de la escultura de Roy Lichtenstein.

En cualquier caso, ni Kikol Grau ni Producciones Doradas ni el Depósito Legal (estos dos últimos organizadores del festival) tienen la culpa de todo esto. Y si la tienen, pesan bastante más otras cosas, como que los organizadores sean de "los que hacen algo", aquí y ahora, y que durante dos semanas se va a poder ver en el espigón artificial a Beef, Tarántula, Anticonceptivas, Los Carradine o Sibyl Vane (entre otros que nos dejamos a propósito), aunque el marco sea así de absurdo, lo cual no deja de tener su gracia si se piensa frívolamente.

Pero basta ya de marear la perdiz. Las músicas de Madrid y de Barcelona se ven así, desde la óptica de Kikol Grau:


Trailer madrileño

"Madrid, la nueva olla": Kikol es barcelonés, así que para la realización de este documental cuenta que se dejó llevar por ciertos cicerones de la capital. Entre eso y que era el primero de los reportajes, en plena fiebre del "Madrid Terminal", el resultado es algo desigual. Está demasiado pendiente de unos Humbert Humbert que dejaron de ser interesantes cuando robustecieron su sonido, o de esos Moustache que parecen salidos del almacén oscuro al que fue a parar la movida cuando los de dentro se cansaron de ella. Esto no es una crítica a Kikol. Él al menos crea algo donde antes no había nada. Es de agradecer que, al lado de los mencionados haya espacio para Gssh!Gssh! (amplia cobertura para Grabba Grabba Tape, en fase discurso mongol), (WA)tt (GINFERNO) o Alehop! (las Solex, Grimorio, Soul Bisontes). Bien por el trabajo de montaje, que consigue dar al conjunto un aire como de escena (la palabra prohibida) y mantiene en todo momento la vivacidad, con apuntes continuos al artwork y la filosofía DIY. Y bien también por la parte dedicada a Olaf Ladousse (Los Caballos de Düsseldorf) y sus Doo Rags. Al final, Kikol, que ya debía estar dándole vueltas en la cabeza al documental barcelonés, se las compone para dejar una frase en el aire: "Barcelona es diferente". Y lo es.


Trailer barcelonés

"Barcelona es diferente?": Mientras en "La nueva olla" se nota algo así como si fuese el resultado de haber "tirado del hilo" de una única madeja ajena ("Madrid Terminal"), con "Barcelona es diferente?" ocurre todo lo contrario. Se ve mucho más enfocado, con un amplio conocimiento del campo. Lo que hay (aunque inevitablemente incompleto) es en buena medida lo que tiene que haber. Producciones Doradas y La Colazione (ambos en el panel de links que tienes en el lateral desde el día cero) representan el presente más inquieto de esta Barcelona en la que aún sobreviven las maneras austrohúngaras, rubricadas en el documental mediante las Feria, 75% de Les Biscuits Salés. Fiel a la filosofía de evitar las caras más conocidas, Kikol elude a Astrud o Hidrogenesse. Sibyl Vane, a las que hemos visto crecer ante nuestros propios ojos, son en cuanto a popularidad la punta de un iceberg con una gran masa bajo el agua, Les Aus (antes The Cheese) son outsiders totales, y Le Pianc la nueva vida pop, a pesar de lo descolorido de esa entrevista en el local de ensayo. Están por supuesto los dos grupos con, hoy por hoy, la mayor energía creativa de la ciudad: Tarántula y Anticonceptivas (ambos también en el festival del Maremágnum). De nuevo buen montaje y diversas referencias a las artes gráficas como compañeras de viaje inseparables de la música. Ilustraciones de Arnau (Les Aus), conceptualismo visual de Tarántula, vídeos de las chicas de Tu Madre y, para los más observadores, un nombre no pronunciado que aparece dos veces: Marçal Forés.


Parte 2: Los que están fuera

El apreciado y añorado Marçal Forés, de los (parece que definitivamente) desparecidos Lorrries, es el autor de los dos clips utilizados en "Barcelona es diferente?". Marçal, que se fue a vivir a Londres justo después del lanzamiento de su corto "Yeah yeah yeah", dejó a esta ciudad huérfana de realizadores con ideas y metidos hasta las cejas en el ambiente underground más creativo (2). Apenas había firmado un par de vídeos, para The Cheese/Les Aus y Sibyl Vane, pero eso es mucho más de lo que ha habido desde entonces. Por eso, Kikol Grau no tiene más opción que utilizar ese material, algo antiguo, que es sin duda el más apropiado que se puede encontrar, tanto visual como documentalmente, perfectamente alineado con lo que eran esas dos canciones y esos dos grupos hace un par de años.

De Marçal se echan de menos muchas cosas. Algunas son humanas, como su buen humor y su eterna sonrisa, otras cinematográficas, ya nadie hace vídeos como los suyos, o filma a Los Bananas en medio de la carretera, en un corto en el que Quique "Días de Rubias" juega al ping-pong y se enamora. Finalmente, y nunca menos importantes, al menos por aquí, están los momentos musicales. Como los pocos directos que dieron los estupendos Lorrries. Durante dos meses el mejor grupo (ahora lo son Incrucificables) de una Barcelona que sí es la nuestra.

Marçal en la muy entrañable Ràdio Ciutat Vella. Grandes recuerdos. Ahora solo queda Días de Rubias.



The Cheese/Les Aus - Scooby Dude. Ideas en circulación, pasando de cabeza a cabeza; quesos y conejos ahí afuera; y al final todo se pone boca abajo.



Sibyl Vane - Invisible sin desaparecer del todo. Entonces gritábamos todos al unísono "¡garganta!" y pedíamos "Pachorra", aunque casi nunca nos hacían caso.


Parte 3: Los que vinieron de visita

Esta es la necesaria tercera parte. Un placer. Es necesaria para no acabar con un ataque de absurda melancolía por algo que todavía está pasando, muy poco justificable en un día en el que tocan Le Pianc, Hidrogenesse, Los Carradine, Beef, Tarántula, Darren Hayman y Deerhoof en diferentes escenarios de la ciudad. Nuestro último visitante viene de más lejos que Madrid, de más lejos que Londres. Llega desde Marte, en forma de corto de animación, con ese inconfundible encanto que tienen los vintage cartoons.

Stop Driving Us Crazy! (1959), de Mel Emde. Un modesto must libre de derechos de autor, redescubierto por los inquietos rastreadores de Papel Contiuo, y bajable sin remordimientos de archive.org. Esta primitiva y fantástica animación cincuentera, de estética y banda sonora jazz, da vida con un fino sentido del humor a las conclusiones mentales de un marciano en su fugaz visita al confuso y contradictorio mundo de los "dos piernas". Extraordinaria simplicidad y ritmo. Música de Benny Golson con Art Blakey y sus Jazz Messengers. Con un mensaje, "Reckless driving is a sin", que tal vez debería reciclar la DGT para su próxima campaña.

B'dum b'dum


(1) Se trata del mismo Kikol que fuese tercera parte de Por La Kara Productions, una especie de cooperativa en pro del cine gore nacida en la prehistoria barcelonesa, en aquel Centro Cultural La Papa donde también operaba Ràdio Pica. Fue cuando todavía se enviaban cartas en lugar de emails, y dio como fruto algún que otro corto, en el que los intestinos acababan fuera de su lugar natural, y un programa especializado (en cine gore, naturalmente) para Clot TV-Barcelona TV, cuya promo, divertida y amateur, todavía se puede ver aquí. Después de aquello, a Kikol Grau le perdimos la pista, hasta ahora.
(2) Con la honrosa excepción de los chicos del Rosa Parks.

miércoles, 18 de abril de 2007

Boogaloo para el embajador

El Peruvian Groove de Vampisoul es otra etiqueta inventada. Una nueva clasificación a posteriori que no significa nada, pero que a la vez tiene un cierto sentido. Aplicada a músicas que ya no existen, a un lugar donde antes no se utilizaba catalogación alguna para agrupar a los artistas, establece los límites de lo que vale la pena salvaguardar y lo que no. Si tu música es groove peruano, puede que Vampisoul te edite un recopilatorio, y tus grabaciones de los sesenta y los setenta puedan ser descubiertas entre los adictos al soul-jazz, al jazz-funk y al latin-jazz más difícil de encontrar.

Rafael Hurtado de Mendoza es el groove-hunter de Vampisoul. Uno lo imagina revolviendo cubetas por todo Lima, sobretodo en casas de empeños y tiendas que se dedican a vender los vinilos del abuelo muerto. O reescuchando sin descanso -y ésta parece la aproximación más probable- todos los masters antiguos del archivo de la MAG. En cualquier caso, es el personaje clave en la edición de la serie "Peruvian Groove". Elige qué joyas edita Vampisoul y escribe unas notas interiores bastante más extensas de lo que es habitual en el sello madrileño. De su mano llega lo más selecto del jazz-funk y el boogaloo peruano. Música que en su momento, los años sesenta y setenta, fuera música de baile. Que se tocaba en casinos, en recepciones oficiales, en los halls de los hoteles de cinco estrellas de la capital. A Perú llegaban desde Estados Unidos los ritmos para la clase alta y los turistas: derivados jazz-funk de todo tipo, más o menos latinizados, asimilados por músicos como Jaime delgado Aparicio o Nilo Espinosa que contaban con estudios en instituciones estadounidenses. Y para las clases populares, mambo primero, salsa al final y boogaloo en medio. La música más visceral para el baile más vivo, que registró un breve pero jugoso período de esplendor en el Perú groove que ahora rescata Vampisoul (1).



VV.AA.
“¡Gózalo! Bugalú Tropical”
Vampisoul

El boogaloo peruano es hijo bastardo del neoyorkino. No lo puede disimular. Se parece tanto a su padre –aunque su progenitor sepa más bien poco de su existencia- que nadie es capaz de dudar de su origen. Es un cliché entusiasta, cubanismo brooklyniano de tercera mano. Pero uno, simplemente, no puede odiarlo. Por mucho que esté sobreusado, tiene gracia, ritmo y fuerza, y en cualquier caso Perú, por supuesto, merece poseer su propia versión de esta música vibrante y excitante. El boogaloo peruano es música de baile desatada que no puede plantearse conceptos como la originalidad. Es una ecuación no-matemática de estilos afro-cubanos devuelta a la comunidad latinoamericana vía Puerto Rico-Harlem-Lima. Es una música tan perfectamente apropiada para el Perú post-mambo y pre-salsa como lo fue para el Nueva York post-mambo y pre-salsa. Las descargas, boogaloos y shingalings llevan la marca neoyorkina pero bombean sudor peruano, como está mandado, y son un material tremendo de dancefloor, tan noble como cualquiera de las mejores recopilaciones del género, aunque mucho más desconocido. El resto son apuntes de una historia olvidada, con las congas y los vibráfonos como única pretensión y nombres muy raros en la playlist.

NILO ESPINOSA
“Shaken, Not Stirred”
Vampisoul

Nilo Espinosa es el músico peruano más dotado de entre los que asimilaran el jazz y lo convirtieran en ese peruvian groove que reivindica últimamente Vampisoul, en la frontera de virtualmente cualquier estilo. Espinosa participó de la explosión boogaloo -ver “¡Gózalo!”, también en Vampisoul-, pero fue con sus diversos ensembles donde abordó una infinidad de géneros en esa especie de travesía fusión por etapas. De instrumentales soul-r’n’b en la onda de Jr Walker a pasajes inconfundiblemente Stevie Wonder, pasando por algo de bossa nova, música de cama a lo Love Unlimited Orchestra y versiones groove de Schifrin o Morricone. Recuerda al funk setentero marca Maceo Parker y entronca hacia el final con los scores sintetizados de Hugo Montenegro. Nilo, que se atrevió con el jazz-funk principalmente en la época del Nil’s Jazz Ensemble, parecía, con su pinta de extra de Rocky, demasiado campechano para ser tan cool como Lou Donaldson o Herbie Mann. Pero desde luego supo mirar a los lados como nadie, más allá de cualquier jaula estilística, y consiguió, siendo totalmente espontáneo y nada aburrido, hablar libremente decenas de lenguajes musicales con el ritmo adecuado.

JAIME DELGADO APARICIO
“El embajador y yo”
Vampisoul

Si Nilo Espinosa es el Maceo Parker peruano, Delgado Aparicio es el Quincy Jones en la música del país andino. Aquí le mete mano a la banda sonora de una película de espías, año 1966, que conduce con destreza en base a un guión musical abierto y atrevido. Cruce de música incidental, habilidad swing, bossa nova, banda municipal, r’n’b y algo de latin-jazz, el score (situado en lo más alto de los afectos musicales por Delgado Aparicio) se desenvuelve entre el pop orquestado a lo Burt Bacharach o Henry Mancini y el jazz versátil de Duke Ellington. Delgado Aparicio saca provecho a toda esta paleta de tonos musicales gracias a sus innatas habilidades jazzísticas (en sintonía por ejemplo con Horace Silver, como acreditan los bonus tracks) y a esforzados estudios de composición-conducción, que le llevarían a dirigir desde una perspectiva ellingtoniana la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Contemporánea. “El embajador y yo” suena capaz, muy suelto y rico en matices. Se nota orquestado con maña y empaquetado con un equilibrio musical consistente y envidiable, que merece ser preservado. Por supuesto.

B'dum b'dum

(1) Más información y notas del propio Rafael Hurtado en el site de Vampisoul, que es flash y no se deja linkar fácilmente. Simplemente utiliza el buscador: "delgado aparicio", "nilo espinosa" y "gózalo" son las cadenas que te llevarán al lugar deseado.

miércoles, 11 de abril de 2007

Panis et circenses II: Alegria, Alegria

"[Gilberto Gil] volvió a Rio queriendo cambiarlo todo, repensarlo todo -e, incesantemente, pedía de nosotros una adhesión incondicional a un programa de acción que estaba esbozando con ansiedad e impaciencia [...]. Dijo que no podíamos continuar a la defensiva, ni ignorar el lado comercial de la industria en la que nos habíamos metido. Tampoco podíamos pasar por alto las características de la cultura de masas cuyos mecanismos podríamos entender únicamente penetrando en ellos. Estaba enamorado de una canción de los Beatles llamada "Strawberry Fields Forever", que, en su mente, sugería lo que deberíamos estar haciendo y era similar a "Pipoca moderna" de la Banda de Pífanos. Ambas sonaban experimentales y delicadas al mismo tiempo. Finalmente, Gil quería que nos reuniésemos con nuestros colegas, con la intención de involucrarlos en un movimiento que desatase las verdaderas fuerzas revolucionarias de la música brasileña, más allá de los eslóganes ideológicos de la canción protesta, las elegantes cadenas de acordes, el estrecho nacionalismo"
Caetano Veloso

No cabe ninguna duda de que el tropicalismo fue un movimiento fuertemente intencionado. Natural e instintivo, sí, pero intencionado. La densa nube de símbolos culturales que conformaba la lista de ingredientes para la poción mágica fue sometida al análisis y la crítica por parte del grupo de Bahia. Veloso, Gil, Costa y Bethânia dieron forma a una estrecha unión emocional desde la que poder cuestionar el status quo musical y social del Brasil sesentero, y gestaron en relativamente poco tiempo el golpe de gracia a la MPB (1). La unión de personalidades individuales, funcionando por sí mismas pero en una misma dirección, fue clave en la aparición del tropicalismo. Los bahiunos -como también se los conocería, en un juego de palabras que unía el estado de Bahia con los hunos de Atila- establecieron una efectiva dinámica en la que todos sacaban provecho de la energía creativa de los otros, dándole al grupo como tal un sentido muy poderoso. Gilberto Gil era "el auténtico músico", "un compositor inspirado, un hombre con una técnica de guitarra exhuberante y un oído prodigioso, que le permitía improvisar scats comparables a los de Ella Fitzgerald". Gal Costa era "la cantante de verdad", "internacional y pop, pero también regional y personal en el núcleo", llamada a ser "no solo una cantante comercial, sino una nueva clase, con un repertorio inteligente". Maria Bethânia era la "verdadera estrella", la "feroz individualista, pero con la capacidad de comprender la más compleja de las ideas" tropicalistas. En cuanto a Caetano Veloso, aunque él se veía retirado de la música y dedicado al cine o la pintura en no más de dos años, lo cierto es que el tropicalismo nunca hubiera sido posible sin los momentos de ruptura creados y protagonizados por él. Veloso poseía el temperamento creativo para acabar con el ambiente pretencioso y respetable que se estaba adueñando de la música brasileña.

Caetano Veloso y Gilberto Gil con ¿Elis Regina?

Antes de que llegara la dictadura militar, Brasil se había ido tan lejos como era posible en la experimentación con un arte comprometido políticamente. Sin embargo, esa madurez en cuanto a conciencia política se había ido convirtiendo en una MPB recalcitrantemente nacionalista y vehementemente despectiva con las intrusiones extranjeras. El estado de las cosas se encontraba tan viciado que la entrada en escena de los tropicalistas solo sería posible mediante algun momento traumático. Así lo vieron ellos, y la televisión estaba allí para retransmitirlo.

Chacrinha: El Tristan Tzara de los platós brasileños

Es sintomático que Caetano Veloso dedique tanto espacio en "Verdad tropical" a diseccionar la cultura televisiva del Brasil sesentero. Veloso habla largo y tendido de la (buena) reputación musical de la cadena TV Record, de cómo programas rivales -léase la "Jovem Guarda" de Roberto Carlos y "O Fino da Bossa" de Elis Regina (2)- competían por llevarse el gato al agua en la eterna disputa entre el pop-rock y la MPB. En paralelo y ajeno a esta lucha, Chacrinha era el presentador Dadá por excelencia, faeminesco e imprevisible. La mutación de "O Fino da Bossa" en "Frente Ampla da Música Popular Brasileira" fue la primera oportunidad televisiva, finalmente no aprovechada, de los tropicalistas. En medio de lo que apestaba a circo patriótico, algo que podía leerse incluso en clave de "demostración del Partido Integralista" (fascista, católico, nacionalista...), Gilberto Gil se hizo con uno de los cuatro slots del programa, los otros tres en manos de presentadores pro-MPB. Los tropicalistas idearon un plan, según el cual Maria Bethânia saldría vestida con minifalda -algo totalmente atípico para su habitual imagen, mucho más elemental que sofisticada o sexy- a cantar una canción de Roberto Carlos, considerado la peste en los círculos reaccionarios de la MPB (3), mientras Caetano Veloso leía una especie de elogio al autor de la canción. Sin embargo, la idea fue desbaratada por Geraldo Vandré, que se convertiría a partir de ese momento en uno de los más fervientes detractores del tropicalismo. Visto lo que ocurriría poco más tarde, la intrusión de Vandré en el afortunadamente fracasado "Frente Ampla da Música Popular Brasileira" fue lo mejor que les podía pasar a los tropicalistas. El programa apestaba de todos modos, y Caetano y compañía se replegaron para, con la máxima lucidez, todo intención acumulada, preparar el golpe definitivo.

Lucifer disfrazado de Roberto Carlos: El terror de los nacionalistas

Y la oportunidad perfecta llegaría en 1967. El Festival de TV Record no era nuevo para Caetano Veloso. En 1966, un año antes de presentarse con "Alegria, Alegria", Caetano había ganado el premio a la mejor letra por "Um dia". Pecata minuta, comparado con lo que sucedería gracias a "Alegria, Alegria", la canción y el momento que serían el punto de inflexión en la revolución tropicalista y que significaron...

... pero si alguien conoce lo que "Alegria, Alegria" esconde tras su inocente y hermosa apariencia de canción de festival, las señales de la revolución que se agazapa bajo una superficie amable, esa persona tiene que ser por fuerza su autor. Así que lo que sigue es una lista, una disolución de Caetano Veloso -capítulo 11- en B'dum b'dum, o viceversa, una asimilación en la que B'dum b'dum absorbe a Caetano Veloso -capítulo 11-, con las diecinueve claves que hacen de "Alegria, Alegria" y su correspondiente interpretación en el Festival de TV Record algo gigantesco, magnífico, trascendente y emocionante.

  1. "Alegria, Alegria" es una marchinha, lo que quiere decir que a pesar de todo tiene sus raíces (eso sí, convenientemente sepultadas bajo tierra) en la música afro-brasileña.
  2. Es una canción fácil de aprender, absolutamente clara en la presentación de la nueva actitud que los tropicalistas querían introducir.
  3. La frase que le da título es de Chacrinha. El presentador más "absurdo y energético" de la TV brasileña era bastante conocido por practicar ante las masas (de la radio, de la TV) acciones de lo más dadaísta, como arrojar bacalao al público.
  4. El título tiene poco que ver con la letra. "Eu vou" o cualquier otro hubiera sido un título más convencional. Pero "Alegria, Alegria" tiene una emoción especial que se añade al desbordante entusiasmo que desprende la canción. Es otra guinda más, para un pastel con muchas guindas.
  5. La letra narra en primera persona el paseo de un individuo, lógicamente joven, por Salvador de Bahia. ¿Hablamos de alienación? No todavía, demasiado pronto. Ver punto 7.
  6. Coca-Cola y Brigitte Bardot. Slang, frases de canciones americanas y referencias a películas europeas. Al menos tres mundos pop colisionaban en "Alegria, Alegria". Y eso si se considera solo la letra, claro.
  7. "Sin pañuelo, sin documentos". Es decir, sin lo más utilitario y sin la documentación exigida por el Estado. De nuevo la pregunta: ¿Alienación? Y la respuesta: No. Autoafirmación.
  8. El espíritu de "Alegria, Alegria" está más próximo a la Motown o a James Brown que al neo-rock británico. Lo dice Caetano Veloso y B'dum b'dum no puede estar más de acuerdo.
  9. La incorporación de arreglos comerciales cumple una doble misión: Por un lado, ensalzar la canción. Por el otro, chocar con ella.
  10. ¿Fidelidad o traición? Ambas cosas. O cómo ser fiel a la bossa nova haciendo algo opuesto.
  11. Los Beat Boys. El grupo argentino que acompañó a Caetano Veloso en la interpretación de "Alegria, Alegria" es el símbolo visual más descarado. Con sus pelos largos y su aspecto de brit-rockers, estos versionadores de Beatles, Rolling Stones y los Doors "representaban de la manera más estridente todo lo que los nacionalistas de la MPB odiaban y temían".
  12. Más que musicalmente, los Beatles -cuya inspiración física es casi palpable a través de los Beat Boys- significaban para los tropicalistas "una transformación alquémica de la basura comercial en una forma libre e inspirada de creación". Intentar replicar sus procedimientos musicales, como tantos otros hicieron, hubiera sido muy pobre y totalmente vacío de significado. A donde había que mirar era hacia "su actitud en relación a lo que la música popular significaba como fenómeno".
  13. Como era de prever, Geraldo Vandré reaccionó negativamente. También lo hizo Zé Agrippino. Entre bambalinas Agrippino preguntaba con ironía a Caetano Veloso: ¿Qué, cómo va el proyecto de cantar con un grupo rock? Eso fue antes de que "Alegria, Alegria" ganara el primer premio.
  14. La participación y posterior apoteosis en el festival significaba aceptar la TV como fenómeno. Eran otros tiempos.
  15. Números. Tres acordes repetidos tres veces, al unísono, por los Beat Boys. Puntuados por la batería. Inmediatamente, sin tiempo para recuperarse de la sorpresa, siete sílabas, también tres veces. Una métrica muy brasileña.
  16. Nada de tuxedos. En lugar de la indumentaria tradicional del festival, lo que allí había eran las melenas, las ropas rosas y las guitarras eléctricas de los Beat Boys. Caetano Veloso vestía un traje de cuadros y cuello de cisne naranja. Ambos prestados.
  17. Paralelamente a lo que pasaba con la canción ganadora de la anterior edición del festival, "A banda" de Chico Buarque, "Alegria, Alegria" apenas reflejaba la sofisticación de la que su autor era capaz. En cambio, "exponía el aspecto mercantil del cantante de TV". Ver punto 14.
  18. ¿Adivinan quién abría el festival, allanando el terreno entre silbidos de desaprobación de los sectores más pro-MPB? Pues nada menos que una colaboración entre Gilberto Gil, Os Mutantes y Rogério Duprat (4). Después de esto, "Alegria, Alegria" debió parecer el camino fácil.
  19. El "experimento tentativo" que fundaba el tropicalismo se vive con todos los sentidos y con la piel de gallina. Al infierno con la versión fonográfica de "Alegria, Alegria", es demasiado contenida. Esto no se puede leer, ni se puede explicar, ni escuchar en iPod, ni con auriculares, ni en Hi-Fi, ni mientras se cocina, ni mientras se trabaja, ni mientras... ni mientras nada.

"Alegria, Alegria" o la nueva beatlemanía brasileña

Alegria, Alegria
[Caetano Veloso]

Caminhando contra o vento
Sem lenço, sem documento
No sol de quase dezembro
Eu vou

O sol se reparte em crimes,
Espaçonaves, guerrilhas
Em cardinales bonitas
Eu vou

Em caras de presidentes
Em grandes beijos de amor
Em dentes, pernas, bandeiras
Bomba e Brigitte Bardot
O sol nas bancas de revista
Me enche de alegria e preguiça
Quem lê tanta notícia
Eu vou

Por entre fotos e nomes
Os olhos cheios de cores
O peito cheio de amores vãos
Eu vou
Por que não, por que não

Ela pensa em casamento
E eu nunca mais fui à escola
Sem lenço, sem documento,
Eu vou

Eu tomo uma Coca-Cola
Ela pensa em casamento
E uma canção me consola
Eu vou

Por entre fotos e nomes
Sem livros e sem fuzil
Sem fome sem telefone
No coração do brasil

Ela nem sabe até pensei
Em cantar na televisão
O sol é tão bonito
Eu vou
Sem lenço, sem documento
Nada no bolso ou nas mãos
Eu quero seguir vivendo, amor
Eu vou
Por que não, por que não...


B'dum b'dum

(1) MPB, acrónimo de Música Popular Brasileira. Era la tendencia predominante en tiempos de los tropicalistas. De orientación nacionalista y musicalmente derivada de la bossa nova, se articulaba en torno a un fuerte rechazo del rock'n'roll y el pop internacional per se. Más aquí.

(2) Aunque Elis Regina aparece casi siempre alineada con los sectores pro-MPB, su "estilo empático y extrovertido" marca una importante diferencia. Gracias al desparpajo, el carisma y la vitalidad artística de la pequeña estrella, la música sofisticada también podía ser presentada de una manera efectiva, libre de la solemnidad y la estúpida respetabilidad en la que se había refugiado la MPB. Mientras Elis estuviera ahí, la MPB podía liberarse de su propio peso, e incluso permitirse una sonrisa bastante amplia.

(3) Si esta circunstancia provocase una cierta confusión y estupor, salpicado de imágenes mentales con la media melena rizada del Roberto Carlos cantante ligero de los setenta-ochenta en primer plano, es aconsejable un replanteamiento formal: El intérprete de "El gato que está triste y azul" fue durante los sesenta, efectivamente, pionero del ye-yé en Brasil, una especie de Bruno Lomas con programa de TV, cuya aproximación a la música pop no distaba mucho de esa mezcla de Beatles, Shadows, Charles Aznavour y Adriano Celentano que se gastaba por España. Para muestra, "Jovem Guarda" (1965).

(4) Duprat había sido el encargado de conducir al grupo de Bahia, via São Paulo, hasta la música de vanguardia (Webern, Schöenberg, Berg, y también John Cage y Stockhausen) y -lo que es más importante- hasta Os Mutantes, que se convertirían en los definitivos aliados paulistas, la cara más refrescante del tropicalismo.

lunes, 2 de abril de 2007

Panis et circenses I: Bahia On My Mind

"Los tropicalistas decidimos que una mezcla de las aspiraciones ridículas de los americanófilos, las buenas intenciones naïf de los nacionalistas, el "revisionismo" tradicional brasileño, la vanguardia brasileña, absolutamente todo en la vida cultural real de Brasil, sería nuestro material sin refinar. Una creatividad genuina podría compensar cualquier aspecto y hacerlo trascendente"
Caetano Veloso

Si tomamos una, solo una, de las aproximaciones posibles al tropicalismo, una poco rigurosa y bastante contaminada, que nace en Occidente, treinta años después del colapso forzoso del movimiento, y que se encuentra engañosamente envuelta en un aura de redescubrimiento que es en realidad un latigazo de revelación, éste es el disco que lo empezó todo:


1999 y este recopilatorio devolvieron a la vida a Os Mutantes. Y lo hizo como si estos hubieran sido criogenizados en 1969 para su estudio futuro y hubieran permanecido bajo cero durante tres décadas. David Byrne hizo finalmente algo valioso después de los Talking Heads: desenchufó el congelador, sacó de él a los jóvenes especímenes y revivió lo que interesaba revivir del trío psicodélico. Como consecuencia, Os Mutantes explotaron en colores, como lo habían hecho la primera vez, con la misma potencia y la misma manera de... "desligarse"...

El tropicalismo es, junto con el sonido Postcard, el movimiento pop más perfecto: extraordinariamente conciso, ambicioso en sus metas, social, izquierdista de una manera crítica, no convencional, rápido en su ascenso y también en su desmembramiento, y -por fin- exhuberantemente sugestivo. "Colorista" es la palabra que no falta en casi ninguna de las definiciones. El adjetivo comodín que se utiliza para prácticamente cualquier música brasileña (excepto la bossa nova, a la que con la desgana se tilda de "elegante") está más que justificado cuando se habla de los tropicalistas. Forma parte de su ácida e infantil esencia, que, sin embargo, tiene poco de vulgar y carnavalera.

Pero el verdadero inicio de esta historia se remonta a mucho antes. Como es obvio, el tropicalismo, que vivió su época dorada durante la segunda mitad de los sesenta, no surgió gracias a David Byrne ni a su sello de world music, cobijado bajo el manto de Universal y creado a finales de los ochenta. En todo caso, Byrne, inspirado como él mismo confiesa por Arto Lindsay, se hizo eco de algo excitante e inspirador, algo que brilló por un nanosegundo como una supernova en la periferia de una Amazonia ya de por sí resplandeciente, una música que existió para celebrar la cultura brasileña a base de ponerla continuamente en un brete.

Os Mutantes son, pese al reconocimiento recibido por parte de notables popes anglosajones, la pirotecnia en la línea de acción del tropicalismo. El punto perfecto para empezar a tirar del hilo, con su apariencia alucinada y pop, su disposición a la manera anglosajona en forma de grupo, en un país donde priman los nombres propios. Pero, Mutantes a parte, los verdaderos orígenes del movimiento se encuentran en el estado de Bahía, al noreste de Brasil. De ahí surgieron Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa, Tom Zé o Maria Bethânia. Salvaguardados por su supuesto provincialismo, manteniendo una distancia crítica que poseían por nacimiento y los protegía de imposiciones musicales, artísticas, políticas y estéticas, se convirtieron en el germen de un colectivo anti-arquetípico, innovador y visionario, al que hubo que dar de comer a parte, peligroso para la dictadura y por tanto revolucionario.

El caldo de cultivo del tropicalismo y, en particular, el que rodeó a Caetano Veloso durante su adolescencia y juventud, recogido en la autobiografía-ensayo "Verdad tropical" (1), es de los que da vértigo peninsular. Frente al chaparrón de nombres que Veloso lanza sobre el lector de la manera más natural no hay paraguas posible. Cuesta encontrar algo equiparable en la historia de la música popular de los sesenta y seguramente cuesta también encontrarlo en la historia de la música culta (2). Veloso, hijo de empleado postal y por tanto de extracto relativamente humilde (nada aristocrático o burgués, en contraposición a una parte importante de los consumidores de bossa nova), estuvo expuesto a las más variopintas influencias culturales. Sea esto una verdad que obedece a algún tipo de casualidad cósmica o una boutade del Caetano Veloso de 1997 que escribe "Verdad tropical" -en buena medida parece que se trata más bien de lo primero, unido a una inteligencia innata, inconformista y perfectamente aprovechada-, la lista que se obtiene tras recomponer los siete primeros capítulos de "Verdad tropical" demuestra que el camino hacia el tropicalismo está sembrado de influencias maravillosas.

Anunciando lo que está por venir (lo que aparecerá en próximas entregas de la serie "Panis et circenses", y bastantes cosas más que materialmente no habrá forma humana de que tengan cabida), las señales proceden de todos los ámbitos posibles, tanto artísticos y culturales como políticos, sociales y personales. Lo que el relato de los cincuenta-sesenta vividos por Caetano Veloso evidencia es la enorme superioridad de la sociedad brasileña, tomada por una izquierda algo boba y a punto de entrar sin saberlo en una dictadura militar. Mientras en España lo único que se planteaba era si cambiar un ministro de Falange por otro del Opus, en Brasil -a pesar de sus enormes desigualdades y contrastes- era posible acceder a mundos propios y ajenos llenos de posibilidades. Cada una de las influencias mencionadas por Veloso aparece perfectamente contextualizada en su trayectoria vital, ninguna es gratuita. La de João Gilberto -tal vez la de mayor peso global- parece atravesarlo todo, desde Santo Amaro a Rio pasando por Salvador. La de Ray Charles y su "Georgia On My Mind" -en cierto modo contrapuesto a la distinción de João Gilberto-, que data de los tiempos en Salvador de Bahia, está relacionada con la presencia de Maria Betânhia (hermana de Caetano) y la co-influencia de Chet Baker, Billie Holiday, Nat King Cole, Dave Brubeck e incluso Johnny Mathis. Puestos en fila india los nombres propios del período formativo de Veloso y el tropicalismo cubren el jazz (Miles Davis, el Modern Jazz Quartet, Thelonius Monk, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, el citado Chet Baker...), el teatro (Brecht, Augusto Boal), el cine (Antonioni, Godard, Fellini, Rosellini, Fritz Lang, Glauber Rocha), la literatura (Stendhal, Lorca, Joyce, Clarice Lispector (3), Zé Agrippino), la psicología (Carl Jung, Sigmund Freud), los iconos norteamericanos (Elvis Presley, Judy Garland), la bossa nova (João Gilberto, Vinícius de Moraes), la música pop brasileña (Jovem Guarda y Roberto Carlos), la música experimental (John Cage)... Supone el equilibrio perfecto entre lo autóctono y lo foráneo, entre -como Caetano Veloso describe perfectamente- la cultura de masas, epitomizada por la colonización norteamericana y los carnavales, y la cultura erudita, llegada desde Europa y sobretodo desde Francia e Italia por el camino de la izquierda política.

Todo eso ocurría mientras se gestaba el tropicalismo, a las puertas de canciones como ésta, interpretada por Os Mutantes en TV Cultura y con letra de Caetano Veloso, al que se puede ver como buen aliado participando de la experiencia entre el público:



B'dum b'dum

(1) "Verdad tropical" está llamado a ser la inspiración de los próximos posts. Aun cuando no se cite en todo momento, siempre está ahí. Esta autobiografía, que disecciona con inteligencia el Brasil tropicalista, es el material de referencia más estimulante al que se puede acudir para descubrir o redescubrir el movimiento.
(2) En el pop, solo la Velvet Underground de la etapa John Cale podría aproximarse. En el jazz, habría que morphear a Herbie Hancock con Stan Getz para conseguir algo parecido.
(3) De Clarice Lispector intentaremos sacar el agua clara en breve. Por mucho que su obra se vea constantemente asociada a la de James Joyce y Virginia Woolf, una autora que se rebela contra la pedantería académica y los especialistas de esta manera no puede ser del todo mala: "No entiendo de qué hablan, pero siento ese falso vanguardismo, lleno de modismos, frío, calculador, poco humano. La mejor crítica es la que entra en contacto con la obra del autor casi telepáticamente".